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Legionarios de Cristo

Una medida superior de vivir y amar

No olvidéis nunca que vuestra vocación es una fe. Fe en el triunfo de vuestra vida; fe en que no seréis defraudados en nada de lo que confiadamente habéis entregado. No os habéis negado a vivir, ni a amar; sino que habéis descubierto una medida superior de vivir y amar: Cristo; no sin misterios, no sin luchas, no sin dolor; todo esto es humano y Dios no nos deshumaniza cuando nos llama; deshumanizados no le interesaríamos. El misterio hermoso de vuestra vida es esa cruz que forma el encuentro de lo humano y lo divino en vosotros.

Con Él todo se ilumina

Sin Cristo la vida con sus placeres y comodidades no significaría nada para mí; aún más, me parecería inmensamente triste y cruel. Pero con Él todo se ilumina, todo gana un sentido, todo se hace amable y bello, incluso la cruz, todo se llena de esperanza, todo se hace huella de Dios. ¡Qué hermosa y bella es la vida humana, especialmente la vida consagrada, a la luz del amor de Cristo y qué fácil la fidelidad!

Cristo, culmen de nuestras aspiraciones

Todo encuentro con Cristo nos trae paz, alegría, y es fuente de nuevas energías. Eso es porque el verdadero encuentro con Cristo supone un estado de amistad con Él, estado de gracia, lejos del pecado que es la tragedia más amarga del hombre, y lejos de nosotros mismos que somos egoísmo y miseria. El hombre encuentra en Cristo resucitado el culmen de sus aspiraciones y vuelve a ver, como en las aguas cristalinas de una fuente, el reflejo de la imagen que Dios le imprimió el día de su creación.

Pronunciar su nombre en el corazon

¡Jesucristo! Pronunciar ese nombre es algo trascendente, que no lo comprende quien lo dice con los labios y no con el corazón, la inteligencia, la voluntad y la vida. Los que de verdad lo han pronunciado como la respuesta, el único necesario, el todo, Dios..., o con esos títulos dulces del Evangelio, detrás de cada cual se esconde una experiencia íntima de Jesucristo: "el Señor", "el maestro", "el Hijo de Dios vivo", "el Cristo"..., o como Él mismo se nombraba y tantos así lo experimentaron: "el camino, la verdad y la vida", "la resurrección y la vida".

Cristo, el amigo fiel

Mi experiencia personal ha sido ésta: cuando todo me ha fallado: amistades, ayuda de los hombres; cuando la persecución se ha asomado a mis puertas, entonces lo único que me sostenía era la figura adorada y real de Cristo. Y el día de mañana, cuando los hombres se olviden de nosotros solamente una cruz, y en ella Cristo, seguirá abrazando nuestra sepultura como guardián eterno de una amistad comenzada en esta tierra.

Jesucristo es profundo

Jesucristo es profundo y no se da a quien no se entrega, ni al mercenario de medio tiempo, ni al entretenido con ilusiones parásitas, ni a quien piensa alcanzarlo al precio de un fervor pasajero. Jesucristo pide plenitud en el don, sacrificio: bajar hasta el fondo de uno mismo, arrancarse de raíz y trasplantarse hacia Él. Y todo esto sin poesía fatua.

Céntrese sólo en Jesucristo

Olvídese de todo y céntrese sólo en Cristo. Que Él y sus cosas sean la aspiración única de todos sus actos, y que nada lo distraiga o separe de esta meta. Que ese haber encontrado en Cristo su centro, no sea sólo un sedante psicológico o un misticismo romántico, sino un llenarse de madurez, de celo, de garra, de ansias de conquistarse cada día en profundidad y de darse con programa y exigencia a los demás.

Convenceos de Cristo

Convenceos de Cristo. No lo reduzcáis, como tantos otros, a una ilusión pasajera que llenó los años de la juventud de vuestra vida "mientras venían otras cosas"... otras cosas que los dejaron sin Cristo y sin ellos mismos; creyéndose maduros cuando habían destrozado la conciencia y sin freno, "liberados", hacían lo que les venía en gana: creyéndose maduros cuando se habían mezclado con los que bajaban a la fosa, sin rumbo, sin saber por qué, sin saber a dónde.

Cristo, nuestro modelo

No tenemos otro modelo para forjar nuestra personalidad que Cristo, como nos lo presenta el Evangelio; le será de mucha utilidad meditarlo y deducir cómo las dos líneas de fuerza de esa vigorosa personalidad fueron el amor a las cosas de su Padre y el amor a los hombres por lo que tienen de necesitados; en torno a estos dos ejes organiza su vida, su doctrina y por esos dos amores abraza la muerte más dura que podamos imaginar.

La terapia mas eficaz

Yo no sé de una terapia más eficaz y profunda que el encuentro personal consciente con Cristo resucitado y la recepción de su Espíritu divino: nuestro pasado, nuestra historia personal, todo nuestro ser ha muerto con Él en la cruz, borrando el decreto de condenación - la causa de nuestra angustia, de nuestros complejos, de nuestros temores más hondos... -; podemos ver con una seguridad y una confianza plena hacia atrás, todo ello ha quedado definitivamente cancelado por la misericordia real, infinita y poderosa de Dios, en la muerte de Cristo.