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Legionarios de Cristo

Dios llena por completo

Esa es la verdad del cristianismo. Nos ofrece un ideal costoso, doloroso, arduo; pero ese ideal es Cristo, es Dios que se nos da, que nos llena de felicidad, que nos invita a participar en el banquete de la alegría eterna, que se hace agua que apaga nuestra sed de felicidad. Mientras los hombres beben la felicidad a gotas, y unas gotas que a veces saben a ajenjo, Dios nos llena por completo, nos invade con una plenitud que el hombre sólo puede decir: qué bien se está aquí. Yo podría contarle muchos casos de compañeras suyas: han encontrado a Dios, y todo lo demás les sabe a poco.

Es ley de vida el crecimiento

Cristo nos presenta como condición primera de seguimiento la necesidad de negarnos y morir a nosotros mismos diariamente. Y hablando del Reino de Dios, confirma esta ley de crecimiento: es la semilla arrojada en el campo que no deja de crecer día y noche, es el fermento que ejerce constantemente su acción transformadora en la masa, es la red arrojada al mar que va arrastrando toda clase de peces.

Pertenecer al reino de Cristo compromete toda la vida

Es fácil pertenecer a un club deportivo, a un partido político o a una sociedad yogui: no me piden más que unas horas a la semana, dejando intacto el resto de mi vida. Pertenecer, en cambio, al Reino de Cristo, compromete todas las horas del día, todos los días de la semana, las semanas del mes y los meses del año; su exigencia penetra mi intimidad y no deja hueco neutral en mi ser. Es muy difícil ser católico de verdad. Hay gente que cambia de religión y creencia con la facilidad con que se traslada de un club a otro.

Aprovecha bien el tiempo


También
quiero recomendarles encarecidamente, una vez más, que valoren su
tiempo, que para nosotros significa un tesoro para trabajar por el
Reino de Cristo. La consigna del apóstol san Pablo es hoy más válida
que nunca: Redimentes tempus, quoniam dies mali sunt; {aprovechando el
momento presente, porque corren malos tiempos}(Ef 5,16). Los tiempos
por los que atraviesa la Iglesia son malos: para la fe, para la
disciplina, para su tesoro moral. Urge rescatar nuestro propio tiempo,

Una vocación al servicio de los hombres

Procura ahora estar atento al llamado de Dios y sigue con entereza su camino. Esfuérzate por comprender la dignidad y el compromiso de tu vocación que te coloca en medio de los hombres para ser antorcha viva que ilumine e impulse la fe de todos aquellos que encontrarás en tu camino; para ser levadura que transforme la vida de los hombres y las realidades de este mundo en un reino de justicia, de verdad y de amor: en Reino de Cristo.

Perseverantes hasta morir en la raya

Nada eficaz lograremos en nuestra vida sin una decisión de permanecer en la línea de lo que nos hemos propuesto, concretamente luchar porque Cristo reine en nosotros y, a través de nosotros, porque reine en todos los hombres. Es el problema de la perseverancia ante el cual nos previene Cristo: "El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no es apto para el Reino de los cielos" (Lc 9,62).

Quién pudiera ser verdadero hombre del Reino

Cuántas veces en esos días virginalmente blancos con su cielo profundamente azul, o en esas noches serenas y transparentes, al llevar la vista corporal para contemplarlos, los ojos de mi alma los penetra más allá de donde no puedo ver; y me encuentro contemplando a Cristo en su serenidad inmutable, pensando en el establecimiento de su Reino para la salvación de los hombres y la glorificación de su Padre.

El artífice de la Santidad

Al terminar su vida terrena, Jesucristo prometió enviarnos al Espíritu consolador, que es quien ha de llevarnos a la verdad completa. El conocimiento y, en general, el conjunto de las relaciones con Cristo, es obra del Espíritu Santo, pues Él es el guía y el artífice de la santidad, el que ilumina el corazón del hombre, el que le fortalece en su debilidad, el que hace que su apostolado sea fecundo y sus frutos permanezcan. La Iglesia resalta la acción del Espíritu Santo invocándolo como padre de los pobres, dador de dones, luz de los corazones.