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Legionarios de Cristo

Configuración con Cristo, obra de Espiritu Santo

Jesús se presenta a sí mismo como el camino, la verdad y la vida. Para el miembro del Movimiento es el modelo y el ejemplo que ha de seguir y reproducir en su propia vida, hasta llegar a la medida que Dios nuestro Señor tiene señalada para cada uno. Esta asimilación a la vida de Cristo es fundamentalmente obra del Espíritu Santo y no se realiza sin una ayuda permanente y eficaz de la gracia de Dios; pero, al tratarse de la acción de una creatura libre, tampoco se lleva a cabo sin el esfuerzo decidido y constante de la voluntad.

El amor al Espiritu Santo

El Movimiento presenta a sus miembros una espiritualidad alentada por el Espíritu Santo y abierta a su acción poderosa, y les invita a incrementar en sus vidas la fe y el amor a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, a ser dóciles y fieles a sus inspiraciones para que, iluminados y fortalecidos con su gracia, caminen fielmente por el sendero de la voluntad de Dios, a ejemplo de Jesucristo, y realicen con plenitud su vocación cristiana.

Tienes que trabajar con tu socio

Tú ya tienes un "socio" para poder santificarte. Tú tienes que trabajar con tu "socio" para poder santificarte. Tú tienes que trabajar con tu "socio" para preparar el mármol, la piedra, el material donde Él y tú van a esculpir la imagen viviente de nuestro Señor Jesucristo. Así es como tú desde la santidad y desde la amistad con el Espíritu Santo vas a lograr llegar a ser otro Cristo, un testimonio viviente del Evangelio. Así es como va a cumplirse en ti aquello de: Christus vita vestra, que Cristo sea vuestra vida.

Tienes que aliarte

Cuando haces tu opción por la santidad tienes que convencerte que es algo arduo, no fácil, algo difícil y costoso. Porque hay muchas almas que consideran que con unos ejercicios espirituales, con un retiro, con una buena dirección espiritual, una visita eucarística pueden ya lograr la santidad. ¡No! La santidad es algo difícil y costoso. ¿Por qué? Porque tenemos que luchar siempre por controlar nuestros instintos y nuestras pasiones que nos llevan en muchos casos por un camino lejano al camino de la santidad.

Trabajar y cooperar con Él sin limites

Por colaborar entiendo no sólo la permisión pasiva a la acción del Espíritu Santo para que realice en usted su acción santificadora; sino su consciente y constante esfuerzo, trabajando y cooperando con Él sin límite ni reserva alguna, con humildad, coherencia y sinceridad para que se vean en su vida los frutos de esta fidelidad honesta, delicada, sincera y sin límites a su acción salvadora y santificadora. Esa correspondencia a su acción, a sus dones y luces la debe ejercitar por medio del ejercicio de las virtudes que preparan y acompañan la recepción de su dones.

Nos enseña a caminar hacia la eternidad

El Espíritu Santo también nos sitúa en una perspectiva capaz de contemplar todo el devenir del mundo, con la relatividad que encierra el tiempo frente a la eternidad y con la serenidad de quien se sabe un pobre peregrino en el tiempo hacia la posesión eterna de Dios. Los himnos de la Iglesia sobre el Espíritu Santo son muy elocuentes y aleccionadores; nos dan un torrente de luz sobre lo que Él es de verdad para el alma que le busca y le ama. Estúdielos, medítelos, vívalos con la mayor intensidad.

Deja al Espiritu Santo el campo que le corresponde

He comprendido desde el inicio que mi lucha, por más recia y bien intencionada que fuese, poco iba a obtener estando solo; por eso he procurado y vigilado el dejar al Espíritu Santo el campo que le corresponde, para que por mi medio y como instrumento secundario y dócil, encienda en sus corazones el fuego que ha encendido en el mío, para que su luz y su calor iluminen y calienten a los pobres de luz y de calor; pero ante todo para que les haga conocer la fuente inefable de ese fuego.

Él da seguridad y fecundidad al alma

Esa amistad con el Espíritu Santo, esa atención silenciosa y constante, para escuchar lo que Él quiere de mí, le ha dado a mi alma la seguridad de la fecundidad ante tantas obras y palabras destinadas aparentemente a muchos fracasos inmediatos. Sé que Dios se ha apoderado de ellas para penetrar donde no había penetrado, para vibrar donde no había vibrado, en las soledades más espesas, en las tinieblas más negras y en los más crueles desamparos.