La distancia de 2000 años no ha hecho pasar la actualidad de la misión de Cristo sobre la tierra. Entonces, como ahora y siempre, Él nos está repitiendo a través de su Espíritu divino que debemos establecer el Reino de Dios, que el Reino de Dios está cerca; que es necesario llevarlo a cada alma, a cada corazón, a cada hombre, a cada pueblo, al mundo entero, para que se pueda realizar, lejos de la soberbia y la sensualidad, de la envidia y la injusticia, de la maledicencia y el crimen, la posesión de la paz, del gozo verdadero; la participación a la filiación del Padre celestial, a la fraternidad con Cristo y con toda la humanidad, sin distinciones de razas o naciones.