También
quiero recomendarles encarecidamente, una vez más, que valoren su
tiempo, que para nosotros significa un tesoro para trabajar por el
Reino de Cristo. La consigna del apóstol san Pablo es hoy más válida
que nunca: Redimentes tempus, quoniam dies mali sunt; {aprovechando el
momento presente, porque corren malos tiempos}(Ef 5,16). Los tiempos
por los que atraviesa la Iglesia son malos: para la fe, para la
disciplina, para su tesoro moral. Urge rescatar nuestro propio tiempo,
hasta en sus más mínimas fracciones, para transformarlo en acto de
servicio al Reino.