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Jesucristo

Hagan saber a los hombres que el amor existe

Los hombres del Reino deberán ser un ejército numeroso, una multitud inmensa, fuerte y resonante como el trueno y luminosa como el sol; que haga saber a los hombres que el amor existe y que con su manera propia, don de Dios, los conduzca a amar ese amor. Recuerdo que a mis 18 años en el seminario algunos de mis compañeros a mis certezas en el amor y en la posibilidad de entregarlo a los hombres les llamaban "sueños inconsistentes" pero yo les decía: lo que da consistencia a mi certeza es la Palabra de Dios que promete acompañarnos y asistirnos hasta la consumación de los siglos.

Amparado en Cristo, lánzate

Amparado en Cristo, láncese, sin respeto humano, sin miedo, sin temor al fracaso, a la batalla apostólica, en la seguridad de que Cristo le acompaña y protege. No tenga miedo a herir la susceptibilidad de las personas con su agresividad apostólica, pues es una ofensa a la verdad decir las cosas a medias cuando esta verdad es Cristo. Haga de todos sus contactos humanos una siembra de fe, de esperanza, de caridad, de valores humanos y cristianos, de inquietudes, de superación.

Cuando un hombre está enamorado de Cristo

La garra apostólica, simple consecuencia de la fuerza de un amor que se lleva en el corazón. Cristo no puede vivir solamente en un corazón. Cuando un corazón posee a Cristo, lo derrama, lo comunica, lo da, lo regala. Cuando un hombre vive a Cristo, entonces sus palabras, sus gestos, su testimonio se hacen vehículo de Cristo. Cuando un hombre está enamorado de Cristo, entonces convence a los demás, entusiasma a los otros. Ésta es la garra apostólica. Es imposible amar a Cristo y no darlo; es imposible vivir a Cristo y no ser sal de la tierra.

Dios llena por completo

Esa es la verdad del cristianismo. Nos ofrece un ideal costoso, doloroso, arduo; pero ese ideal es Cristo, es Dios que se nos da, que nos llena de felicidad, que nos invita a participar en el banquete de la alegría eterna, que se hace agua que apaga nuestra sed de felicidad. Mientras los hombres beben la felicidad a gotas, y unas gotas que a veces saben a ajenjo, Dios nos llena por completo, nos invade con una plenitud que el hombre sólo puede decir: qué bien se está aquí. Yo podría contarle muchos casos de compañeras suyas: han encontrado a Dios, y todo lo demás les sabe a poco.

Es ley de vida el crecimiento

Cristo nos presenta como condición primera de seguimiento la necesidad de negarnos y morir a nosotros mismos diariamente. Y hablando del Reino de Dios, confirma esta ley de crecimiento: es la semilla arrojada en el campo que no deja de crecer día y noche, es el fermento que ejerce constantemente su acción transformadora en la masa, es la red arrojada al mar que va arrastrando toda clase de peces.

Pertenecer al reino de Cristo compromete toda la vida

Es fácil pertenecer a un club deportivo, a un partido político o a una sociedad yogui: no me piden más que unas horas a la semana, dejando intacto el resto de mi vida. Pertenecer, en cambio, al Reino de Cristo, compromete todas las horas del día, todos los días de la semana, las semanas del mes y los meses del año; su exigencia penetra mi intimidad y no deja hueco neutral en mi ser. Es muy difícil ser católico de verdad. Hay gente que cambia de religión y creencia con la facilidad con que se traslada de un club a otro.

Aprovecha bien el tiempo


También
quiero recomendarles encarecidamente, una vez más, que valoren su
tiempo, que para nosotros significa un tesoro para trabajar por el
Reino de Cristo. La consigna del apóstol san Pablo es hoy más válida
que nunca: Redimentes tempus, quoniam dies mali sunt; {aprovechando el
momento presente, porque corren malos tiempos}(Ef 5,16). Los tiempos
por los que atraviesa la Iglesia son malos: para la fe, para la
disciplina, para su tesoro moral. Urge rescatar nuestro propio tiempo,

Una vocación al servicio de los hombres

Procura ahora estar atento al llamado de Dios y sigue con entereza su camino. Esfuérzate por comprender la dignidad y el compromiso de tu vocación que te coloca en medio de los hombres para ser antorcha viva que ilumine e impulse la fe de todos aquellos que encontrarás en tu camino; para ser levadura que transforme la vida de los hombres y las realidades de este mundo en un reino de justicia, de verdad y de amor: en Reino de Cristo.

Perseverantes hasta morir en la raya

Nada eficaz lograremos en nuestra vida sin una decisión de permanecer en la línea de lo que nos hemos propuesto, concretamente luchar porque Cristo reine en nosotros y, a través de nosotros, porque reine en todos los hombres. Es el problema de la perseverancia ante el cual nos previene Cristo: "El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no es apto para el Reino de los cielos" (Lc 9,62).