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Libro Quiero vivir, pensamientos de vida (con permiso del autor)

Sufrir y alegrarse.

Sufrir y alegrarse

De ordinario las metas valiosas de la vida

producen dolor y alegría.

Cuando trabajo, tengo que sufrir,

cuando veo el resultado, lo disfruto.

Es necesario luchar y luchar.

Se pasa por ratos de hastío

de ganas de dejar, de soltar, de huir,

de no ver claro el resultado;

sin embargo hay que seguir, a pesar de todo.

El que más sufre en el trabajo

es el que más disfruta

de los resultados.

Gana el esfuerzo.

Gana el esfuerzo

Si uno se duerme, le agarra el cansancio,

la polilla, los nervios

y, tal vez, el desaliento.

Hay que mantenerse alerta

y realizar el mejor esfuerzo,

justamente al final de la cuesta,

al final del partido.

Si no, puede suceder que entre dos rivales

gane el patito feo, por tesonero,

por agresivo, por valiente.

No se gana con el prestigio,

se gana con el esfuerzo.

Un solo asunto.

Un solo asunto

Cuando me siento a trabajar

tomo un asunto solo,

lo ataco decididamente a él solo,

concentro en él toda mi capacidad mental;

y cuando está concluido,

cierro la carpeta y tomo el siguiente

y hago lo mismo con él.

¡Qué fácil,

qué descansado es luchar, cuerpo a cuerpo,

con un solo enemigo!

En poco tiempo

Hombre de fe.

Hombre de fe

Ha habido breves instantes

en que quizás he llegado a tener fe

como un grano de mostaza

y ha habido resultados.

¡Qué poca gente se atreve a creer.!

Por eso los hombres de fe

no tienen competencia;

logran todo sin que nadie se lo impida

se lo discuta.

Quiero ser uno de esos pocos

que tienen fe

y que logran todo.

Te esperan las cumbres.

Te esperan las cumbres

La vida bien entendida es lucha,

es aventura

en la que se debe escalar la alta cima

con lo mejor del propio esfuerzo,

con todo lo que dé el alma y las uñas

y el corazón.

En marcha, pues.

Ármate de valor y fuego,

de hambre de Dios y de alturas.

Te esperan las cumbres.

Te espera Dios en la cima

para darte el eterno

abrazo de la victoria.

Cruz sin Cristo

Cruz sin Cristo

La cruz me asusta.

Su simple nombre de una sílaba

me abruma.

Pero es porque he luchado muchos años

con una gran cruz fantasma,

la cruz de mi fantasía,

una cruz sin Cristo,

la cruz enorme de toda una vida,

una cruz que no era la que Dios cargaba

amorosamente sobre mis hombros,

la cruz de mi rebeldía.

Sal de tu tumba.

Sal de tu tumba

Al cruzar el umbral de esa cárcel

se abre ante mis ojos

un camino de luz y de esperanza.

Desde lejos una mano me hace señas

y una voz amiga

me grita con tono de mando:

“Sal de tu tumba, prisionero .

Eres libre.

Comienza el camino de la libertad,

del cielo,

de todo lo que no te dejaron realizar

tus antiguas cadenas”.

Quiero luchar.

Quiero luchar

Quiero luchar.

Quiero aceptar gozosamente la vida

como una batalla de todos las horas,

de todos los minutos.

Luchar de rodillas

arrancando la luz y la vida a Dios

en cada Eucaristía.

Endurecer el rostro a los vientos y lluvias,

soles y fríos de las noches.

Luchar por construir

con los cuatro viejas tablas de mi naufragio

un monumento al valor y al heroísmo.

Te quiero alcanzar.

Te quiero alcanzar

Sé que tengo que luchar

la batalla definitiva

por alcanzar a ese Dios maravilloso

de mis días felices

y de los ratos breves, pero apasionantes

de mi vida buena.

Te quiero alcanzar.

Quiero decirte y gritarte

con la fuerza de un reo indultado:

Hoy comienzo una nueva vida.

Quiero vivir.

Ayuda mi vida.

Ser santo.

Ser santo

Ser santo

fue desde la infancia

mi sueño dorado.

Y en mi edad madura

ese sueño no ha muerto.

Sigue siendo mi meta primera.

A veces parece que muere,

cuando me revuelco en mi sangre

con elánimo partido,

pero me levanto muchas veces,

todas las que son necesarias

y lo vuelvo a intentar.

Mientras dure la vida

la esperanza está abierta y se puede.