Ser santo
Ser santo
fue desde la infancia
mi sueño dorado.
Y en mi edad madura
ese sueño no ha muerto.
Sigue siendo mi meta primera.
A veces parece que muere,
cuando me revuelco en mi sangre
con elánimo partido,
pero me levanto muchas veces,
todas las que son necesarias
y lo vuelvo a intentar.
Mientras dure la vida
la esperanza está abierta y se puede.