Sal de tu tumba
Al cruzar el umbral de esa cárcel
se abre ante mis ojos
un camino de luz y de esperanza.
Desde lejos una mano me hace señas
y una voz amiga
me grita con tono de mando:
“Sal de tu tumba, prisionero .
Eres libre.
Comienza el camino de la libertad,
del cielo,
de todo lo que no te dejaron realizar
tus antiguas cadenas”.