Padre Fernando Pascual L.C.
La Iglesia católica es acusada con cierta frecuencia de ser una sociedad autoritaria, fundamentalista, incapaz de adaptarse a la mentalidad de su tiempo, insensible a los problemas y deseos de la gente común.
La acusación es lanzada especialmente por personas y grupos que promueven la legalización del divorcio, del aborto, de la eutanasia, del “matrimonio” entre personas del mismo sexo, del consumo liberalizado de las mal llamadas “drogas ligeras”.
Roberto regresó a casa fatigado y tenso. Después de una hora atascado en la calle, estaba de un humor insoportable. Además, había tenido problemas para salir de la oficina, porque delante de su coche había otro muy mal colocado. Tardó 10 minutos en encontrar al propietario, al que hizo ver con dureza su enorme irresponsabilidad. Después, ya sobre el asfalto, se había irritado cada vez que las motos le adelantaban por derecha e izquierda.
No es difícil encontrar pensadores y “expertos” que acusan a la Iglesia católica de dogmática y de intolerante. La Iglesia, según esta acusación, pretendería ser la única poseedora de la verdad sobre Dios y sobre el hombre, mientras que quienes pertenecen a otras religiones, o quienes son ateos, estarían equivocados.
Ser “incluyente” está de moda. Porque, según muchos, ser “incluyente” (o inclusivo) implica apertura, tolerancia, espíritu de respeto, capacidad de diálogo: virtudes fundamentales para vivir en una sociedad pluralista.
En esta perspectiva, quien es incluyente no pone fronteras, sino que establece puentes. No cierra la mano, sino que la ofrece con franqueza a todos. No insulta al diverso, sino que lo respeta. No condena, sino que comprende.
Algunos analistas y sociólogos piensan que el fin del comunismo soviético y la caída de dictaduras conservadoras o fascistas son la señal de la victoria de un nuevo modelo de vida social y política, basada en la democracia, la economía del mercado y el relativismo cultural.
Estas líneas quieren ofrecer una ágil presentación del proceso al que fueron sometidos los templarios en los primeros años del siglo XIV, proceso que culminó con la supresión de la Orden en una página dramática de la historia de la Iglesia. A través de los datos analizados quedan al descubierto mecanismos profundos del mal que destruyen corazones y que llevan a injusticias sin nombre, pero que no son capaces de aniquilar la bondad y el heroísmo de quienes son capaces de dar su vida por la verdad y la justicia.
Los que defienden el aborto repiten aquí y allá los argumentos de siempre, con una originalidad bastante escasa. Si los usan tanto, será porque son buenos... De verdad, ¿son tan buenos como parecen?
Imaginemos, como en una fábula, que se aplicasen algunos de esos argumentos al tema de los impuestos, la evasión fiscal y los fraudes...
En los últimos días la opinión pública ha dado el alerta: 6 mujeres han muerto en Estados Unidos tras haber usado la píldora abortiva RU-486 (conocida también como Mifeprex o Mifepristone). Una píldora cuyo fin es producir el “aborto químico” (o aborto farmacológico) de un embrión precoz. Una píldora pensada para evitar los “daños” y peligros del aborto quirúrgico, para disminuir traumas, para hacer más fácil y menos costoso el gesto de acabar con el propio hijo.
No es fácil dar un juicio sobre la bondad o la maldad de las decisiones de los hombres que gobiernan nuestro mundo. La mayoría de las veces nos faltan la información y el tiempo necesario para poder apreciar si esta subida de precios, si este nuevo impuesto, si este sistema de pensiones, servirán para hacer más justa la sociedad, o si son un error grave que pagaremos un poco todos los ciudadanos.
Los católicos creemos que Cristo es el Hijo de Dios, que murió en una cruz para salvar a los hombres, que resucitó de entre los muertos, que fundó la Iglesia, que envió el Espíritu Santo. Creemos, por lo tanto, que la Iglesia es el camino que nos lleva al cielo, que no hay otro Salvador fuera de Cristo.
Estas convicciones hieren a muchos. Especialmente a quienes no ven correcto pensar que uno posee la verdad y que los demás están equivocados.