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Legionarios de Cristo

Adoptar un corazón nuevo

Por el bautismo, el cristiano se ha revestido de este Cristo, imagen y prototipo del hombre nuevo, y tiene delante de sí la tarea de hacerlo crecer hasta la plena madurez interior. En este trabajo, lo más determinante es la adopción de un corazón nuevo, capaz de conocer, amar y servir a Dios con espíritu filial, a ejemplo de Cristo, y de amar a todos los hombres y cosas en Dios.

Invitación a un cambio de vida

La resurrección de Cristo en la vida cristiana, entraña y exige una peculiar forma de vivir, de actuar y de pensar, cuya imagen y prototipo es el hombre nuevo. De hecho, con la resurrección de Cristo se le abren a todo cristiano unas exigencias nuevas de santidad, de perfección espiritual, de rechazo del pecado, que san Pablo plasma maravillosamente en la carta a los Efesios (4, 17-32). La resurrección es, pues, una invitación a un cambio de vida, a una vida de mayor esfuerzo en la santidad, a una lucha por identificarse más plenamente con Cristo.

Sólo Cristo hace suave el yugo

Cada día me convenzo más de que la felicidad en el mundo no existe si Cristo no está presente en la vida. Conozco personas con todos los medios a su alcance. Conozco personas pobres; conozco personas de la clase media; conozco a industriales, a banqueros, a obreros... Todos padecen la misma enfermedad: el dolor los ha visitado: en su esposa, en sus hijos, en sus negocios, en su interior, en un fracaso. Sólo Cristo hace "suave el yugo".

Todo es nuevo para quien ve con los ojos de Cristo

Cristo es maravilloso, cuando realmente una persona llega a entablar esas relaciones de amistad y amor que usted parece haber entablado. ¡Qué hermosa aparece la vida, sus acontecimientos, sus pruebas! Todo es nuevo y bello para quien ve con los ojos de Cristo y ama con su corazón. Ojalá que este Cristo que hoy es suyo, que hoy la ha conquistado tan profundamente, sea siempre el amigo de su alma, su confidente. Y Él siempre lo será, si usted también sabe ser fiel.

Transformar las sociedades desde Cristo

El contenido espléndido de esta transformación lo podéis encontrar en las cartas de san Pablo, conceptualización del mensaje y de la acción de Cristo: transformar al hombre es crear en Él un espíritu nuevo, un ser cristiano, un ser que es fruto de la muerte al pecado y de la resurrección a una vida nueva. Así leemos: "El que es de Cristo se ha hecho creatura nueva; lo viejo pasó, se ha hecho nuevo" (2 Cor 5,17).

Es muy fácil ser feliz

Realmente es muy fácil ser feliz. A mí me dan pena los hombres que andan como locos tras la felicidad. Piensan que está en el dinero, en los viajes, en las diversiones, incluso en la droga, en el sexo. Y no se dan cuenta de que la felicidad está dentro de cada uno, en aceptar o no aceptar a Cristo.

El hombre de fe ve en todo la mano de Dios

Sabemos que el universo es el mejor libro para estudiar a Dios, sabemos que la bóveda del cielo en una noche estrellada es el mejor claustro para hacer oración. Hemos escuchado la infinitamente bella sinfonía de las flores, de las estrellas, del paisaje, de los amaneceres, de las noches de luna precedidas de crepúsculos perfumados con la pureza de las flores silvestres; a los que poseemos el don de la fe todo esto nos da un auténtico sentido de seguridad personal, un equilibrio y una armonía casi perfecta en ese otro pequeño infinito universo de nuestro humilde ser.

Primero hombre, despues santo

No es necesario que os insista ahora en las motivaciones y el valor de la formación humana o en cómo encauzar vuestras pasiones, guardando en todo la recta jerarquía del hombre cristiano: la fe que rige y penetra toda la vida; el entendimiento iluminado por ella y alumbrando el bien a la voluntad; la voluntad adhiriéndose a lo amado con la fuerza de las pasiones; y en pos de ella, el sentimiento o la sequedad, el gusto o el disgusto.

La civilización del amor comienza por el cambio interior

La vida que ofrece Cristo a estos seguidores, a estos apóstoles del mundo actual, no es una vida fácil. Es una vida salpicada toda ella de heroísmo, de valor, de renuncia. Es una conquista del mundo que empieza por la conquista del mismo hombre para Él; es una conquista que lleva a dejar el hombre viejo, lleno de pecado, de pasión, para revestirnos de un hombre nuevo hecho a imagen de Cristo. Después esta vida nos lanza a la conquista del mundo para Cristo, y esta conquista es difícil y ardua.

Cristo, fundamento único

Si Cristo ha de ser el fundamento único que dé estabilidad a su vida, una vida que camina, que nadie puede parar, que surcará situaciones cambiantes en un mundo movedizo, ese Cristo ha de ser el auténtico, el Cristo del Evangelio, en su totalidad, el Cristo que pide abnegación para seguirlo, morir en el surco, odiar por Él la propia vida; no un Cristo a la medida de cada personalidad. No es Cristo el que ha de bajar a nuestras raquíticas medidas; somos nosotros los que hemos de subir hasta su plenitud.