La resurrección de Cristo en la vida cristiana, entraña y exige una peculiar forma de vivir, de actuar y de pensar, cuya imagen y prototipo es el hombre nuevo. De hecho, con la resurrección de Cristo se le abren a todo cristiano unas exigencias nuevas de santidad, de perfección espiritual, de rechazo del pecado, que san Pablo plasma maravillosamente en la carta a los Efesios (4, 17-32). La resurrección es, pues, una invitación a un cambio de vida, a una vida de mayor esfuerzo en la santidad, a una lucha por identificarse más plenamente con Cristo.