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Cristo, fundamento único

Si Cristo ha de ser el fundamento único que dé estabilidad a su vida, una vida que camina, que nadie puede parar, que surcará situaciones cambiantes en un mundo movedizo, ese Cristo ha de ser el auténtico, el Cristo del Evangelio, en su totalidad, el Cristo que pide abnegación para seguirlo, morir en el surco, odiar por Él la propia vida; no un Cristo a la medida de cada personalidad. No es Cristo el que ha de bajar a nuestras raquíticas medidas; somos nosotros los que hemos de subir hasta su plenitud. Sólo el hombre lleno de Cristo tendrá el peso suficiente para no ser arrastrado por las corrientes. Si junto a Cristo hay mucho de nosotros mismos, tarde o temprano seremos arrastrados.