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Noche de “halloween”
El próximo sábado, según nos lo está recordando la publicidad, cuando las sombras nos cubran, será la famosa noche de brujas. Probablemente algún lector, identificándome como sacerdote, y leyendo el encabezado de este artículo, pueda suponer que en base a argumentos escriturísticos o doctrinales, voy a hacer una valoración moral sobre una costumbre que, como todos sabemos, está muy lejos de ser mexicana, y mucho menos, cristiana.
Nos estamos haciendo viejos
Esta vez se trató de un grupo de señores -ya de ciertas edades- y mi objetivo era ayudarlos a pensar sobre algo muy sencillo: nos estamos haciendo viejos. Así sin rodeos. Ahora bien, los viejos podemos disfrutar de muchas maravillas en esta etapa de la vida como pensar, con más calma, sobre lo que realmente vale la pena. Podemos, con la ventaja de la lejanía, tener una visión más objetiva de la realidad en la que hemos vivido y estamos viviendo. Podemos, también, dar consejos, si es que tenemos la dicha de que alguien nos ponga atención, confiando en nuestra larga experiencia.
Nosotros los tontos
¿Nunca se ha reclamado usted diciéndose ¡que tonto soy! o ¡que tonto fui!? Yo sí. Con frecuencia este tipo de quejas solemos hacerlas cuando nos sabemos engañados. ¡Qué difícil es pensar siempre bien de los demás,
sobre todo cuando los hechos “desde nuestra perspectiva” no tienen más explicación que la mala voluntad de quienes nos defraudan!
Nuestro límite psicológico
Probablemente todos conocemos personas con corazón de monoblock. Individuos quienes parecen gozar maltratando a los demás. Cuando anoto el verbo maltratar no me refiero solamente a quienes golpean o insultan, sino también a quienes no saben “tocar” a sus congéneres como un maestro toca su instrumento favorito; con una delicadeza y respeto que nacen del aprecio, es decir, de conocer el precio o valor de lo que tienen en sus manos.
Nuestro amigo el miedo
Copio el relato de un amigo: “Resulta inolvidable enfrentarse a la indescriptible experiencia de hacer un recorrido navegando por un río dentro de un cañón. Las cosas se ponen especialmente interesantes cuando se pierde el control y uno queda al dominio caprichoso del agua y atorado en las ramas de algún árbol, de esos que no crecen dentro del agua, sino que son arrastrados por las fuertes corrientes hasta que chocan con algunas rocas y allí se quedan como telarañas en espera de sus víctimas.
Nuestro ideal: extender el Reino de Cristo
La predicación y extensión del Reino de Cristo constituye el ideal que inspira, estimula, dirige y conforma el Movimiento Regnum Christi. Por ello, déjense penetrar hondamente de la caridad de Cristo hacia la humanidad, fuente inspiradora de la vocación y actividad apostólicas, y siéntanse llamados a luchar incansable y ardientemente por anunciar y extender este Reino por todos los medios lícitos y buenos, hasta lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres y de las sociedades.
Nuestro fin: que Cristo reine
El nombre Regnum Christi contiene en sí mismo toda una espiritualidad y toda una mística, pues su fin es hacer presente el Reino de Jesucristo en el corazón de los hombres y en el seno de las sociedades. Los Evangelios, especialmente los sinópticos, nos describen cómo debería ser ese Reino. Jesucristo mismo dedicó parte sustancial de su predicación en Galilea, en las orillas del lago de Tiberíades, a delinear ante las muchedumbres las características de este Reino que "estaba cerca" (Mt 4,1; 4,17), más aún, que se actuaba con su presencia entre los hombres.
No hay socio mejor ni amigo mejor
Tenlo pues, como aliado, como amigo, como colaborador. Hazlo algo vivo, y palpitante en tu vida. Hazlo alguien que cuenta para todo: para todo tu hacer, para todo tu quehacer diario. Para todo: estudios, trabajo, juego, apostolado, relaciones humanas, vida interior. ¡Para todo! Sin excluir nada.