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Pensar en Cristiano

Peligrosa reforma constitucional

Hace poco más de un mes (8 de marzo de 2011) los Senadores de nuestro país aprobaron una ley con nombre “bonito” y contenido “ambiguo”, lo que equivale a decir: “peligroso”. ¿Quién no está dispuesto a enarbolar una ley que defiende expresamente los derechos humanos? El problema está en definir cuáles derechos son los derechos humanos. Si no se especifica cuáles son, el margen interpretativo de la ley es fácilmente manipulable. Podría decirse que sí está especificado: aquellos que son reconocidos por los tratados internacionales.

La alegría de la conversión

 En su reciente libro Luz del mundo Benedicto XVI diecinueve ocasiones utiliza la palabra “alegría”. No parece que se trate de una simple casualidad, sino que el contexto y la relevancia que adquiere el término sugieren que se trata de un aspecto medular de la fe y de la existencia cristiana sana: la vivencia profunda de la fe católica es inseparable de la auténtica alegría.

Conciencia y Verdad: Newman y Escrivá

La modernidad ha exaltado la conciencia, descubriendo en ella el “sagrario del hombre”, el baluarte de su dignidad y la garantía de su libertad. El valor inconmensurable del individuo descansa en gran medida en su conciencia y ahí se percibe la grandeza de la persona humana y su libertad. Conciencia y libertad están mutuamente implicadas, cabe sin embargo la pregunta,  ¿verdad y conciencia también lo están?

Batalla cultural de la castidad II

Para presentar la batalla cultural de la castidad, la gran pregunta es ¿cómo? Ante la vehemencia, fuerza y prepotencia del hedonismo cultural imperante uno podría tener la sensación de ser un  prófugo, un desterrado, un inadaptado socialmente, un paria. Parece tratarse de una guerra perdida de antemano, de una causa difícil y desesperada condenada a lo más a ofrecer una desabrida resistencia, sin demasiada esperanza.

Formar la conciencia en la verdad - El cuento de la ranita cocinada

1)  Para saber

Decía un gran filósofo griego, Aristóteles, que nacemos sin conocimientos, los cuales hay que ir adquiriéndolos poco a poco, pero cuidando en adquirir solo aquellos verdaderos, pues en todo lo que se nos presenta puede haber errores. El error es como la enfermedad del conocimiento. En el ámbito moral también hay que aprender la verdad sobre el bien, para poder obrar de modo recto y justo.