Padre Alejandro Cortés González-Báez
Indudablemente que a lo largo de los siglos se ha cometido una serie de errores graves en la forma de enfocar la sexualidad humana, y uno de los peores consistió en silenciar por completo todo lo referente a ella por un miedo puritano y maniqueo. Pero todo eso ya es historia. Ahora, por medio de este artículo quisiera promover el “Premio Internacional de la Eficacia” para todas aquellas personas, instituciones y empresas que han trabajado a favor de la revolución sexual en los últimos cuatro decenios, por los grandes éxitos conseguidos.
Es probable que, alguna vez, a todos nos dieran ganas de ponernos una camiseta color “anaranjado fosfo” o “amarillo letrero de autopista”, con una leyenda en letras gruesas y negras que diga: “Soy mi héroe”; sin embargo, cuando nos vemos al espejo recién despertados o, al final del día, la realidad nos obliga a poner los pies en el suelo y a reconocer que ese chulísimo, extraordinario y maravilloso ser, o se le hizo tarde, y todavía viene en camino, o ya se jubiló hace tiempo. ¿Por qué tendrá que ser tan cruel la señora realidad con quienes no le hemos hecho nada?
¿Les cuento un chiste? Pues hay tienen que entra un señor a un establecimiento de artículos fotográficos, y dirigiéndose al primer empleado que ve, le dice: ¿Sabe?: mi esposa y yo tenemos 28 años de casados, y la verdad es que desde el principio tuvimos algunos problemas, pero suponíamos que eran normales por ser los primeros años de matrimonio. A mí siempre me pareció que su familia se metía más de lo debido en nuestras vidas, y no respetaban la sana y normal privacidad de la nuestra.
A principios de los “ochentas” recuerdo haber escuchado la historia de unos jóvenes quienes se fueron a divertir a Acapulco donde conocieron a unas chicas norteamericanas con las que, no conformes con pasar juntos todo el día, decidieron pasar también la noche. Al amanecer las jovencitas habían desaparecido, pero les dejaron un recado escrito con lápiz labial en el espejo del baño. El mensaje decía: “Welcome to AIDS” y así fue, tiempo después, cuando se hicieron los análisis dieron positivo: Los habían contagiado de SIDA. ¿Maldad, broma, inconciencia o venganza? Sólo ellas podían saberlo.
Desear el episcopado es algo bueno, pero personalmente considero que cuando algunos sacerdotes aceptan el llamado del Papa, para ser elevados a la dignidad de obispos, es probable que no sepan lo que les espera. Esto no significa que sean ingenuos o superficiales, lejos de mí tan grave falta de respeto. Lo que quiero decir es que difícilmente podrán calcular el peso enorme que caerá sobre sus hombros con dicha investidura. Prefiero suponer en ellos el deseo de servir a la Iglesia a pesar de lo que esto les suponga en trabajo, sacrificios, incomprensiones y calumnias.
Hace cerca de veinte años escuché con admiración a un joven, pero muy experimentado espeleólogo, quien me relató lo sucedido en un sistema de cuevas de nuestro país. Dichas cavernas eran estudiadas por otros especialistas de nacionalidad polaca. Reconozco que quizás pueda tener poco claros los datos de tal suceso, sin embargo lo más importante lo recuerdo bien. Uno de ellos se accidentó gravemente al grado de producirse una lesión muy seria en la columna vertebral.
¿Puede alguien explicarme por qué, algunas mujeres si son tan bonitas, a veces son tan feas? Bueno, eso es lo que dicen algunos señores... yo no sé. Por lo pronto permítanme decirles que estoy leyendo un libro digno de ser recomendado. Su título es: “El feminismo ha muerto. ¡Viva la mujer!”.
En varios libros litúrgicos al término de algunas oraciones solemos encontrar la indicación “T.P. Aleluya” que significa: Durante el Tiempo Pascual debe terminarse esta oración diciendo: “Aleluya”. Habrá que aclarar que el Tiempo Pascual es el que se inaugura con la solemnidad de la Resurrección de Jesús, y termina, cincuenta días más tarde, con otra: Pentecostés.
Sr. Presidente Felipe Calderón:
Una vez más me dirijo a un presidente de mi país, como lo he hecho en otras ocasiones, para hacerle algunos comentarios. Nada que usted no sepa, y como siempre, lo hago en nombre propio, pues en más de dos lustros de publicar en las páginas editoriales, actúo de acuerdo a mi conciencia.
No cabe duda que estamos viviendo una época sumamente interesante, plagada de encantos, novedades, inventos, descubrimientos y aparatos asombrosos que en el pasado parecerían mágicos. Hoy lo imposible resulta fácil, y lo verdaderamente difícil es conseguir que algo nos asombre. Nos hemos acostumbrado a despertar con la noticia de que un nuevo electrodoméstico hace, en la mitad del tiempo, lo que el que compramos la semana pasada. Nuestras lap-tops viejitas, son mil veces más poderosas que el centro de cómputo de la NASA cuando el hombre pisó la Luna, ¡pero son Pentium 3!