No cabe duda que estamos viviendo una época sumamente interesante, plagada de encantos, novedades, inventos, descubrimientos y aparatos asombrosos que en el pasado parecerían mágicos. Hoy lo imposible resulta fácil, y lo verdaderamente difícil es conseguir que algo nos asombre. Nos hemos acostumbrado a despertar con la noticia de que un nuevo electrodoméstico hace, en la mitad del tiempo, lo que el que compramos la semana pasada. Nuestras lap-tops viejitas, son mil veces más poderosas que el centro de cómputo de la NASA cuando el hombre pisó la Luna, ¡pero son Pentium 3! y sólo tiene 64 megas de memoria RAM... ¡demasiado lentas! Así no se puede trabajar. Por otra parte, ¿Qué se puede hacer con una agenda “palm” con celular y cámara de video pero que no sirve para calentar el café? Pero, encendamos la radio y escuchemos:
“Sin embargo, a estas alturas, todavía hay gente que pregona temas de religión. ¡Qué fastidio! Como si no se hubieran enterado que ahora las sociedades modernas, democráticas y globalizadas son laicas. Por favor señores, póngase las pilas y dejen de molestar. ¿No se dan cuenta que los tiempos han cambiado y que estamos ocupados en temas realmente importantes? ¿Qué no saben que la próxima semana vendrá a nuestra ciudad un grupo ecologista para crear conciencia de las crueldades en contra de las focas pardas, y que este domingo toca el clásico América Chivas? Además está por estrenarse la versión cuatro de Señor de las Pulseras y por si fuera poco, es probable que salga de la cárcel el baterista del grupo The Sabandashs arrestado por posesión de drogas pues su abogado demostró que sólo es consumidor y no narcotraficante. Menos mal que en Estados Unidos existe un sistema judicial honesto y responsable.
“Ahora bien, si los sacerdotes piensan que deben estar al día en su labor pastoral, que investiguen para saber qué es lo que piensan los jóvenes. Es muy probable que descubran que muchos no aceptan la existencia de Dios, ni sus mandamientos, ni a la religión. Para eso se inventaron las encuestas. Aquí no se trata de si Dios existe o no existe, si hay pecados o es un invento de los hombres. Lo verdaderamente importante es lo que los chavos piensan sobre estos temas. “Ay si, qué miedo. Si pecas te vas al infierno” No señores, no se dediquen a asustar. Oigan a la juventud. Agarren la onda. Una buena noticia es que este fin de semana se pronostican “heladas”, pues como tendremos buen clima no faltarán las carnes asadas con cervezas “bien heladas” y después de un buen reventón podremos ir a los antros para seguirla hasta que las insulsas autoridades lleguen, como acostumbran, cerrando las discos a las tres de la mañana. Como si no tuvieran cosas más importantes que hacer. Si los chavos y las chavas quieren de agarrar la jarra es muy su problema ¿No? y si se ponen “happys”, pues allá ellos”.
Es cierto, los tiempos han cambiado y ahora se defienden formas de vida muy distintas a las de hace cincuenta años. La libertad entendida como capacidad ilimitada de pensamiento y acción es el punto de partida, la norma fundamental y el objetivo último al que hay que tender. Es decir, la libertad como principio, medio y fin.
Al descubrir la influencia de una educación laica o, mejor dicho, antirreligiosa, es más fácil entender el rumbo -sin rumbo- de tántas vidas. Por otra parte está el deterioro del ambiente familiar con la disminución de la convivencia, la ausencia de diálogo y las faltas de cariño y de respeto y los divorcios que forman el telón de fondo de las vidas de quienes quieren mantener a Dios bajo arraigo domiciliario. Pero, también hemos de reconocer, con sinceridad, como otro factor en toda esta problemática, la falta de coherencia de muchos de nosotros. ¡Cuidado! Hagámosle caso a Lewis al afirmar que cuando el veneno se pone de moda... también mata.
Pocos asuntos pueden ser tan peligrosos como encontrar una juventud tan deseosa de felicidad y tan llena de vacío; sobre todo cuando los adultos no hemos sabido proponerles ideales por los que valga la pena esforzarse. Sentimos miedo ante las responsabilidades y preferimos distraernos con asuntos vanos dándoles una importancia que no les corresponde. No nos damos cuenta de lo funesto que resulta acostumbrarnos a criticar sin estar dispuestos a construir. Esta vida sólo tiene sentido cuando descubrimos la existencia de un Dios que, haciéndose hombre como nosotros, no vino a ser servido, sino a servir.