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Sexo, sexo… y más sexo

A principios de los “ochentas” recuerdo haber escuchado la historia de unos jóvenes quienes se fueron a divertir a Acapulco donde conocieron a unas chicas norteamericanas con las que, no conformes con pasar juntos todo el día, decidieron pasar también la noche. Al amanecer las jovencitas habían desaparecido, pero les dejaron un recado escrito con lápiz labial en el espejo del baño. El mensaje decía: “Welcome to AIDS” y así fue, tiempo después, cuando se hicieron los análisis dieron positivo: Los habían contagiado de SIDA. ¿Maldad, broma, inconciencia o venganza? Sólo ellas podían saberlo.

Este relato me recuerda un enorme fraude cultural realizado por Alfred Kinsey –profesor de Zoología en la Universidad de Indiana- cuando en 1948 y 1953 publicó dos libros titulados: “Comportamiento sexual del humano masculino” y “Comportamiento sexual del humano femenino” elaborados en base a ciertos estudios estadísticos de la población de su país. Recientemente se ha estado proyectando una película sobre este curioso personaje. Pues bien, tal parece que pocos saben que en dicho trabajo reportó una serie de datos que distaban mucho de lo que, hasta entonces, todos pensaban sobre las prácticas tradicionalmente prohibidas como son las relaciones prematrimoniales y extramaritales; la homosexualidad; la bestialidad; la pedofilia, etc. No conforme con los datos “reportados” el autor afirmaba que dichas prácticas eran beneficiosas.

El público en general no habría dado crédito al trabajo de este hombre si no fuera por que se le presentaba como “científico” y sus métodos parecían estar de acuerdo con lo que todo ser humano está obligado a aceptar “las maravillas de la tecnología moderna”. A partir de entonces las costumbres que habían enseñado los americanos pasaron de virtuosas a hipócritas y Kinsey se deslizó al salón de la fama como “el Dr. Sexo”.

En 1995, el Instituto Kinsey, fundado por este hombre, reconoció que ciertos datos enseñados por su fundador habían sido mal presentados, pues él había escrito que nueve observadores técnicamente capacitados habían reportado datos concretos sobre reacciones de excitación sexual en bebés menores a un año de edad. La verdad, según el instituto, esos informes fueron dados por un solo colaborador que, además, era pedófilo y presumía de sus múltiples prácticas. De hecho muchos de esos “hallazgos” fueron inflados y otros son claramente falsos. También se incluyeron informes sobre la conducta de mujeres sin aclarar que habían sido estimuladas por un grupo designado de ginecólogos. James Reed, historiador de la Universidad de Rutgers en New Jersey, afirmó que Kinsey se destacaba por su gran interés en encontrar actividad sexual en todas partes. Lo más curioso es que el promotor de esos estudios tenía una enorme colección de fotos y películas de actividades pedófilas, sin que hubiera denunciado jamás a los adultos que cometían tales delitos.

Según Lewin M. Terman de la Universidad de Stanford, casi el 75% de los adultos encuestados por el equipo de Kinsey fueron “voluntarios” y mucho más activos sexualmente que los seleccionados al azar por otros investigadores, y entre los trabajos del equipo de éste estaban incluidos 1,400 convictos por delitos sexuales, como también algunos cientos de individuos de ambos sexos, que se dedicaban a la prostitución.

En contra de una de las conclusiones de estos trabajos, Eduard Laumas, sociólogo de la Universidad de Chicago, en su obra “La organización social de la sexualidad” (1994) afirma que el sexo temprano con adultos está asociado a disfunción sexual y a un bajo promedio de salud en la vida adulta. Ya en vida de Kinsey se publicaron varios trabajos desmintiendo la seriedad de sus afirmaciones, sin embargo, todavía hoy en día no faltan quienes le dan su aprobación, no por que sus conclusiones fueran correctas, sino por haberse atrevido a tratar el tema de esa forma.

De lo anterior podemos deducir que Alfred Kinsey era un hombre listo, ambicioso, tramposo y falto de Ética, y que en su trabajo estudia al hombre como un animal más -quizás por ser él zoólogo- olvidando la dignidad intrínseca del ser humano. Pero lo más trágico fue la aceptación social de su tesis en el mundo entero. Llevamos más de medio siglo de la famosa revolución sexual y a pesar de los resultados desastrosos que ha provocado, no faltan quienes parece que no tuvieran otra misión en la vida que la de pervertir a la juventud y a la niñez. Ojalá algunos padres de familia se interesen en hacer ver estos errores a sus hijos antes de que otros -a nivel individual e institucional y en ocasiones con grandes medios- les echen a perder a quienes tanto aman.