Padre Alejandro Cortés González-Báez
¿Quién no ha escuchado a algún adolescente quien sincerándose y en tono triste haya dicho: “es que mis papás no me entienden”. Otros incluso llegan a decir: “es que la traen contra mí”, confesando que estas ideas hieren sus inteligencias y, sobre todo, sus corazones.
Cuentan que estaba un conejo acurrucado en su madriguera protegiéndose del frío invernal cuando apareció un sapo pidiéndole albergue. El conejo le explicó que el espacio era muy pequeño y, por lo tanto, no reunía las condiciones para poder estar los dos con un mínimo de comodidad, pero ante la insistencia del sapo, el conejo le dio hospedaje. Después de un buen rato, el sapo comenzó a inflarse, pues en aquella oquedad la temperatura era mucho más benigna que en el exterior.
Hace muchos años le oí decir a un gran señor al que admiro por muchos motivos, y que ahora está en el Cielo, que Dios había hecho cabezas perfectas, y a otra les había puesto pelo, y conversando hace poco con unos amigos sobre los diferentes tipos de calvicie, o en su caso, de cómo manejamos los calvos nuestras “cabelleras”, pudimos hacer una somera clasificación:
1. Calvo foco, o bola de billar.
2. Calvo corona de laureles.
3. Calvo con entradas.
4. Calvo con entradas que van de salida.
Con motivo de la publicación de uno de mis artículos recibí un curioso correo. Curioso, pues su remitente es muy joven. Me pareció oportuno publicar sus comentarios, y mis respuestas. La verdad es que disfruté mucho con este intercambio de correos, ya que me permitió comprobar que la madurez no es exclusiva de las personas mayores, sino que ha de ser proporcionada a cada etapa de la vida. También, porque queda clara la posibilidad de comunicación entre jóvenes y mayores, sobre todo en una época en la que pesa tanto la famosa brecha generacional.
Indudablemente, uno de los dones más importantes que Dios nos ha dado es el de poder comunicarnos con nuestros semejantes. Sin embargo, a veces esa comunicación falla. Además la mayor parte de los problemas interpersonales se originan por la falta de comunicación; pero también en lo que conocemos como "hablar idiomas distintos" y esto aun dentro de una misma lengua. Por eso, un poco en broma y un poco en serio, se me ocurrió el siguiente "diccionario casero", que aunque no demasiado académico, podría ayudar en algunos casos a mejorar esa tan valiosa comunicación.
Hace algunos años contemplé con asombro cómo varios adolescentes arrojaron a un compañero a una alberca. El problema consistía en que aquel jovencito no sabía nadar. Su desesperación fue terrible y se contorsionaba con violencia dando manotazos en el agua para mantenerse a flote mientras todos los veían con rostros de incredulidad.
Una vez más Rebeca -que está por cumplir los ocho años de edad- aparece en estas líneas. Hace poco su mamá me platicaba que cuando le piden algo, la pequeña no contesta ni sí, ni no. Simplemente se acoge al artículo 20º constitucional y calla. Cuando después se le reclama que no arregló su cuarto o no tendió su cama, “Rebe” contesta: “yo no dije que lo haría”. He aquí una clara manifestación del sistema de filtros con los que solemos defendernos.
Soy un anciano de 55 años con ideas anticuadas y una vida muy sedentaria. La mayor parte de las horas de mi trabajo las paso sentado “conversando” con gente. En esas “charlas” salen temas muy variados: cosas buenas y malas; problemas y oportunidades; éxitos y fracasos; ilusiones y decepciones...; en fin, de todo un poco.
A petición de un amigo, y con las limitaciones de espacio que supone un simple artículo de periódico, me atrevo a proponer un sencillo listado de términos usados en el ámbito eclesiástico. Advierto que cada uno de ellos lo explico en un lenguaje común, evitando tecnicismos canónicos.
Arquidiócesis: Diócesis distinguida por una categoría de mayor importancia.
Arzobispo: Obispo de una Arquidiócesis.
Capellán: Sacerdote encargado de la atención espiritual de una institución.
Jerusalén, a 24 de diciembre de 0000.
Querido diario:
Hoy de nuevo nos despertaron a las cinco de la mañana, y la verdad, no entiendo la prisa. Como te lo he venido contando desde que emprendimos este curioso viaje, allá en nuestras muy lejanas tierras, cada día comprendo menos a los humanos, y que conste que no me quejo de mi amo pues el buen rey Gaspar es un estupendo tipo, pero eso de lanzarse a un viaje como éste con todas las desmañanadas que llevamos, y todo para seguir una estrella, no me cabe en la cabeza.