El billete de $500.°°
Ustedes han de perdonar, pero casi como me llegó este correo, se los paso. Como suele suceder, muchos de ellos no viajan firmados por Internet. De todas formas se lo reconozco y agradezco a su anónimo autor:
Ustedes han de perdonar, pero casi como me llegó este correo, se los paso. Como suele suceder, muchos de ellos no viajan firmados por Internet. De todas formas se lo reconozco y agradezco a su anónimo autor:
-Pues a mí me gusta leer la Biblia.
-¿Por qué?
-No sé. Me gusta.
-Pero ¿por qué no lees mejor otras cosas?
-Pues es como leer una novela. A algunos les gusta leer novelas por lo que cuentan, por las descripciones…, en fin. A mí me gustan las historias que narra la Biblia.
Anoche, por fin un ratito (cerca de las once), para revisar mi correo electrónico. Echo un vistazo a mi “bandeja de entrada” y… Oh, sorpresa: 78 correos correspondientes a ese día. Cada uno distinto, pero todos por el mismo motivo: Resulta que en una página de Internet subieron ayer un artículo que publiqué hace cuatro años y medio. El título: “Antes de divorciarte”.
Mucha gente usa la expresión “gracias a Dios” para tratar de decir: “afortunadamente”, lo cual nos ubica en dos realidades o cosmovisiones muy distintas entre sí, pues una reconoce a Dios como autor y causante primario o secundario de los acontecimientos, y la otra se basa en un devenir ciego producto del azar. Es decir, el primero es consecuencia de la “causalidad”, y el otro es producido por la “casualidad”.
No fue hasta que un miembro de la guardia real de la Reina Victoria –el teniente Richard Winstoners- descubriera que Miguel Ángel había dejado grabadas las iniciales de Napoleón Bonaparte en la sombra de los dedos del pie derecho del David. A partir de entonces comenzó a sospechar que los atentados contra la reina tenían relación con los planes perversos de los rusos al aprovecharse de un falso invierno en el que supuestamente habían derrotado al ejercito del emperador francés.
En este preciso momento acabo de recibir una llamada de teléfono de una chica con voz de telemarketin en fa menor que, con 37 argumentos intentó endilgarme una tarjeta de crédito, para lo cual me pedía mis datos, aclarándome que lo único que necesito es tener entre 18 y 60 años y comprobar un ingreso mínimo de 3,000 pesos mensuales.
El que tiene más saliva traga más pinole, y en tierra de ciegos el tuerto es rey, por eso cuando la mayoría de la gente vive de slogans publicitarios -que son los modernos dogmas de fe- quienes tienen facilidad de palabra son valorados como filósofos, y sobre todo en los medios de comunicación masiva. En nuestra cultura mediática la sabiduría se identifica con la verborrea, con la palabrería, con el discurso, por eso con frecuencia a los locutores se les trata como semidioses.
Yo también tengo derecho a ser feliz”
le oí decir a una mujer joven cuando se quejaba de los problemas que había en su familia. Esta idea no es exclusiva de una chica, sino que parece ser simplemente el grito, a veces desesperado, de mucha, mucha gente en todas partes, y por principio, podríamos decir que este reclamo tiene cierto fundamento, sin embargo, en este tema hay que hacer una observación fina, pero muy importante.
Aguda observación de una pintora, quien afirmaba que si tuviera que pintar al demonio, procuraría tener como modelo al hombre más guapo que pudiera encontrar. Por otra parte, resulta fácil constatar que nuestros niños y jóvenes le han perdido el miedo al diablo, pues no les asusta que aparezca en las películas, canciones, camisetas, videos-clips, etc. Esto me recuerda que el primer objetivo que pretende un degenerado, cuando se propone abusar de un inocente, es conseguir que éste no le tenga miedo.
De repente el ruido de las llantas al frenar, y un fuerte golpe, gracias a Dios, sin que se produjeran lesiones personales, todo quedó en daños materiales, al fin y al cabo: “hierros”, y todo por la imprudencia de aquel joven que no respetó la señal.