Jerusalén, a 24 de diciembre de 0000.
Querido diario:
Hoy de nuevo nos despertaron a las cinco de la mañana, y la verdad, no entiendo la prisa. Como te lo he venido contando desde que emprendimos este curioso viaje, allá en nuestras muy lejanas tierras, cada día comprendo menos a los humanos, y que conste que no me quejo de mi amo pues el buen rey Gaspar es un estupendo tipo, pero eso de lanzarse a un viaje como éste con todas las desmañanadas que llevamos, y todo para seguir una estrella, no me cabe en la cabeza.
La verdad es que ya estoy harto, por lo que nada más regresando a mi tierra voy a presentar una queja formal con mi líder ante la Sección 24 del Sindicato Único de Camellos Jorobados de Adís Abeba, pues como diría un Sultán amigo mío: “está bueno el encaje, pero no tan ancho”.
Estos humanos piensan que nosotros no nos enteramos de lo que hablan, como si fuéramos muy burros, pero déjame decirte que mi abuelo paterno dominaba tres idiomas humanos, y otros tantos camellares o camellinos (Nota: la Real Academia de la Lengua Árabe acepta los dos términos).
Como te decía estoy muy contento con mi amo pues solemos entendernos bastante bien, aunque como todos los hombres tiene sus defectos... pobrecitos. Pero en fin, dentro de su especie es de lo mejor que conozco.
Mira cuando lo oí hablar con Melchor y Baltazar sobre esta aventura pensé que se trataba de una broma, pues los tres tienen un excelente humor, ¡pero, era en serio! ¡Hazme el favor! Se trataba de un viaje para adorar a un recién nacido que, además resulta ser el rey de los judíos, como si este asunto nos importara a nosotros. Como comprenderás yo nunca estuve de acuerdo en ello, pues me pareció una idea absolutamente descabellada, pero como siempre sucede: no se tomaron la molestia de pedirme mi opinión.
Yo siempre he sido un camello muy centrado y me gustan las cosas claras. Si un viaje es necesario por cuestión de negocios, o de paseo, estoy de acuerdo, pero este tipo de aventuras, y sobre todo si son de carácter religioso, me parecen una auténtica pérdida de tiempo. Así de claro. Además me parece una imprudencia meternos en problemas con Herodes, pues aunque a ellos los engañe, a mí no. Estoy convencido de que algo trama.
Belén, a 29 de diciembre de 0000.
Querido diario:
Hoy pude ver de cerca al niño del que te había hablado. ¿Y sabes qué? Puedes olvidarte de todo lo que te dije antes. Ellos tenían razón. Este viaje valió la pena.