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Padre Alejandro Cortés González-Báez

El obsequio de la fe

 El obsequio de la fe

Para quienes gozamos de la fe en Dios, la vida adquiere una luz especial. La realidad, siendo la misma ante creyentes y ateos, es muy distinta para unos y otros. Para quienes no creen en Dios nuestra fe es un mecanismo de defensa frente a lo que no podemos entender; es un refugio donde curar nuestras angustias; es una fuerza, sin entidad real, que nos mantiene de pie. Por eso -deducen- existen tantas religiones.

El otro Código

Esta semana copio un recién comunicado de Manuel Sánchez Hurtado, de la Oficina de información del Opus Dei en Roma.

“Hoy se presenta la película El Código Da Vinci. La película mantiene las escenas de la novela que son falsas, injustas y ofensivas para los cristianos. Incluso multiplica su efecto injurioso, por la potencia que tienen siempre las imágenes. También se ha confirmado que la película no está precedida por un cartel que aclare que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El olvido de Dios

Hace tiempo un buen amigo, sacerdote, quien fuera por varios años párroco del pueblo de Tequila en el estado de Jalisco, me contó este suceso. En la ceremonia del “Grito” en la noche de un 15 de septiembre, un presidente municipal, desde el balcón del palacio, arengaba al pueblo a superar unos vicios muy generalizados y para ello comenzó mencionando datos concretos de las cantidades de alcohol que se consumía en la localidad, para cerrar su argumento con la siguiente afirmación: “tal parece que estamos perdiendo el temor de Dios”.

El miedo al todo

La vida es la vida y la muerte es la muerte. Mientras estoy vivo, vivo, y cuando muera estaré muerto de ahí en adelante. Esta vida es temporal y lo que viene después será para siempre. Por lo cual, más me vale dedicar algo de mi valiosísimo tiempo a pensar en mi futuro -pero no en el futuro próximo: mañana, el próximo fin de semana o las próximas Navidades sino en lo que me espera más allá del momento en que alguien levante mi acta de defunción declarándome como el cadáver muerto de un difunto fallecido. 

El mundo no es un convento

A algunos nos da por olvidar lo inmediato y acordarnos de lo añejo, lo cual se conoce como reminiscencias, y con base en una de ellas les contaré una anécdota sin mayor trascendencia. Allá por el año 1967 tomaba un curso en un pueblito cercano a la ciudad del Aqüila, Italia, en el que coincidimos varios estudiantes de posgrado de diversos países. 

Señora porno, ¡usted miente!

Soy de la idea de que en este mundo, donde Dios ha manifestado su inmenso amor por nosotros, se lució en el tema de la belleza. Gracias a ello podemos disfrutar de tantos paisajes, amaneceres, atardeceres, del encanto de algunos animales, plantas y, de manera especial, de la hermosura del cuerpo humano... bueno... de algunos. Pues aunque cueste trabajo encontrarlos, los hay, y muy bellos.

Semana… ¿santa?

 

Cómo han cambiado los tiempos! Se les oye decir con frecuencia a las personas de la tercera edad. Bueno, eso de: “con frecuencia” es en el caso de que alguien platique con un viejito. Cosa rara por cierto, pues ahora los únicos que platican con ellos son otros viejitos. “En mis tiempos –suelen comentar- en Semana Santa no se iba a la playa, ni a bailes, ni se oía música...”.

Se vende hermana

Hace unos meses vi a un niño que llevaba una camiseta con la leyenda: “Se vende hermana” rematada con “aceptamos cualquier oferta”. Me llamó la atención que el “aceptamos” podría incluir a los demás miembros de la familia, dando a entender que todos estaban de acuerdo en aquel remate. Claro está que esto no pasaba de una simple broma -dicho sea de paso, de mal gusto- pero no sería raro que, sarcasmo o no, detrás de ello habría mucha historia. 

Se suspenden las bodas hasta nuevo aviso

Para nosotros los sacerdotes, la experiencia de sentarnos en un confesionario es parecida a observar un calidoscopio. Ya sabemos que si estamos en un lugar oscuro no se podrá ver nada, pero cuando le entra la luz comienza un juego maravilloso de formas y colores. Así sucede cuando nos asomamos al fondo de muchas almas, pues si la criatura más perfecta de la creación es el ser humano y, lo más bello de ella es su espíritu, la conclusión es obvia. 

Santidad a nivel de cancha

Hace poco, una persona de esas a las que les gusta pensar, y que además lo hace muy bien, me sugirió varios nombres para titular un libro, que desde hace mucho tiempo ansío editar, recogiendo algunos de los artículos que he publicado a lo largo de casi diez años. Dicho sea de paso, éste es el número 500. Pues bien, entre los nombres que me propuso esta gentil persona, el que más me gustó es: “Palabras heredadas”.