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Se vende hermana

Hace unos meses vi a un niño que llevaba una camiseta con la leyenda: “Se vende hermana” rematada con “aceptamos cualquier oferta”. Me llamó la atención que el “aceptamos” podría incluir a los demás miembros de la familia, dando a entender que todos estaban de acuerdo en aquel remate. Claro está que esto no pasaba de una simple broma -dicho sea de paso, de mal gusto- pero no sería raro que, sarcasmo o no, detrás de ello habría mucha historia. 

Por otra parte, y gracias a una intervención de la maestra Úrsula de Bolaños en el Noticiero Punto de Partida, pude escuchar una exquisito relato de Alberto Salcedo Ramos titulado “La niña más odiosa del mundo” donde el autor relata recuerdos de su infancia y su trato, obligado, con una vecina, muy amiga de su hermana, quien acostumbraba pasarse todo el tiempo posible en su casa. Esta historia llena de travesuras propias de un niño bastante inquieto e impaciente y de una niña que sabía cómo sacarlo de control, no termina en matrimonio, pero sí en una conclusión tan inesperada como importante: los hombres y las mujeres somos complementarios, pero completamente distintos. Les recomiendo que traten de conseguir dicho relato. 

La educación para la vida se forja dentro del seno familiar y no en las escuelas, y parte importantísima de ese proceso tiene que ver con la relación entre los hermanos, primos y amigos de ambos sexos. En los primeros años de vida es cuando aprendemos a conocernos y relacionarnos. Pero también es donde observamos el tipo de trato que se da entre los papás, o sea, el que le da el señor de la casa a su esposa y la forma en que ella promueve ese trato y corresponde a él. 

La forma desgarbada de manejar las groserías permite entrever la falta de respeto que se tiene hacia los demás. El amor por el hogar, evitando actitudes y lenguajes vulgares, no es algo que coarte la espontaneidad, sino que lo eleva a una categoría superior. Es curioso que muchas veces los dueños de la casa se interesen en comprar muebles y cosas para que ésta se vea bonita, y a la vez puedan descuidar lo más importante: el trato educado y servicial hacia los demás. 

La convivencia entre familiares más que regirse por la justicia debería orientarse por el ejercicio de otras virtudes como el amor entrañable a los padres, hermanos y demás parientes. 

El respeto, la generosidad, la solidaridad, la paciencia y otras actitudes son como la pintura, los cuadros y las flores que adornan el hogar haciéndolo diferente de un hotel o un cuartel. De esta forma de comportarnos dependen asuntos tan importantes como el que los hijos no sientan prisa por huir de sus casas casándose con el primero que aparezca por la puerta.