El Espíritu Santo también nos sitúa en una perspectiva capaz de contemplar todo el devenir del mundo, con la relatividad que encierra el tiempo frente a la eternidad y con la serenidad de quien se sabe un pobre peregrino en el tiempo hacia la posesión eterna de Dios. Los himnos de la Iglesia sobre el Espíritu Santo son muy elocuentes y aleccionadores; nos dan un torrente de luz sobre lo que Él es de verdad para el alma que le busca y le ama. Estúdielos, medítelos, vívalos con la mayor intensidad. ¡Ojalá usted pueda lograr una íntima amistad con Él, ya que en Él encontrará toda la fortaleza necesaria para perseverar en el bien y transformarse en otro Cristo viviente: con sus pensamientos, con sus quereres, con sus sentimientos, con sus preferencias y quehaceres!