Pasar al contenido principal

Espíritu Santo

Deja al Espiritu Santo el campo que le corresponde

He comprendido desde el inicio que mi lucha, por más recia y bien intencionada que fuese, poco iba a obtener estando solo; por eso he procurado y vigilado el dejar al Espíritu Santo el campo que le corresponde, para que por mi medio y como instrumento secundario y dócil, encienda en sus corazones el fuego que ha encendido en el mío, para que su luz y su calor iluminen y calienten a los pobres de luz y de calor; pero ante todo para que les haga conocer la fuente inefable de ese fuego.

Él da seguridad y fecundidad al alma

Esa amistad con el Espíritu Santo, esa atención silenciosa y constante, para escuchar lo que Él quiere de mí, le ha dado a mi alma la seguridad de la fecundidad ante tantas obras y palabras destinadas aparentemente a muchos fracasos inmediatos. Sé que Dios se ha apoderado de ellas para penetrar donde no había penetrado, para vibrar donde no había vibrado, en las soledades más espesas, en las tinieblas más negras y en los más crueles desamparos.

Colaborar con Él sin regateos

Jamás olvide la importancia que tiene para usted el vivir atento a las inspiraciones del Espíritu Santo y de colaborar con Él sin regateos y plenamente. Ese hombre integral que usted está formando en todos los ángulos de sus potencias y de su personalidad es imprescindible, para que en él el Espíritu Santo forje otro Cristo. Primero el hombre, después el santo.

Somos templos suyos

En su lucha por adquirir el hábito de la vida interior, tengan muy presente la docilidad y apertura a las inspiraciones del Espíritu Santo, "porque somos templos suyos" (cf. 1 Co 3,16), "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo" (cf. Rm 5,5), "porque el Espíritu Santo os guiará por el camino de la verdad integral" (cf. Jn 16,13) y "porque nadie podrá decir 'Señor Jesús', sino en el Espíritu Santo" (cf. 1 Co 1,13).

Deja actuar al Espiritu Santo en tu vida

Creo, en efecto, que usted se complica la vida innecesariamente; el seguimiento de Cristo es lo más sencillo que usted se puede imaginar: está en el Evangelio - como nos lo interpreta la Iglesia -, al alcance de los niños y de la gente sin instrucción. Seguirle a Él por el camino de la abnegación personal, vivir el amor a nuestros semejantes, amar a Dios por encima de todas las cosas: eso es todo. Si usted va meditando con el Evangelio en la mano, dejando que el Espíritu Santo le ilumine, verá lo fácil que es.

Dirige todo desde el principio hasta el fín

Y no termina aquí el misterio espléndido de nuestra unidad, pues a todos Cristo nos ha enviado a luchar por su Reino así como el Padre le envió a Él. Y el Reino es una tarea a realizar en común, porque en él unos siembran y otros recogen y no todos pueden realizar el mismo acto. Y aunque existe la pluralidad de funciones, según el don que cada uno ha recibido, todas se integran en la edificación del Reino de Cristo, por el Espíritu Santo que obra todo en todos, y dirige todo desde el principio hasta el fin.

Guía y artífice de la obra de la redención

Nos encontramos en la obra de Jesucristo al Espíritu Santo como guía y artífice de la misma. Lo encontramos en el umbral mismo de la vida de Jesucristo: en la Encarnación como hacedor de la misma; y nos lo volvemos a encontrar al final sellando la obra redentora de Cristo, el día de Pentecostés. Está presente a lo largo de su vida toda: lo conduce al desierto, lo unge en el Jordán, y se establece entre los dos una perfecta unión de tal manera que el espíritu de Cristo es el Espíritu Santo.