La Iglesia, temas de Apologética
El tema de los abusos sexuales por parte de clérigos sigue muy presente en los medios de comunicación. Recientemente, Benedicto XVI envió a los católicos irlandeses una carta sobre esta crisis (21.III.2010), y el “New York Times” (25.III.2010) ha buscado involucrar al Papa mismo en la cadena de complicidad. Parecería que algunos han encontrado la oportunidad dorada para señalar el lado oscuro de la Iglesia; pero el resultado que han conseguido es la perdida de objetividad en su juicio sobre los sacerdotes. ¿Cuál es la justa valoración de estos abusos?
El espinoso tema de los abusos de menores por parte de sacerdotes es, además, particularmente insidioso, pues cuando uno intenta poner algo de contexto, tiene la molesta sensación de que se pueda interpretar como si se justificara en algo esa conducta criminal. Aún así, me parece que vale la pena ofrecer datos que ayuden a entender el problema en su dimensión real. La histeria mediática que estamos atravesando necesita, en efecto, de algunas dosis de contexto y perspectiva.
Decía hace unos días que estoy leyendo todo lo que publica el New York Times sobre el tema de los abusos (y de la caza al Papa, habría que añadir) durante estas semanas.
El Papa celebró su cumpleaños 83 entre el acogimiento de loscatólicos y la dura campaña de desprestigio de algunos medios. Este fin desemana, Benedicto XVI inició un viaje apostólico a la Isla de Malta, y nofaltaron protestas y manifestaciones de algunos lugareños. ¿Qué hay en el fondode esta crisis mediática?
“Todo lo que esté en su poder para investigar acusaciones, llevar a la justicia a los responsables y tomar medidas eficaces para proteger a los jóvenes en el futuro”, prometió Benedicto XVI en la isla mediterránea de Malta, al recibir a 8 supuestas víctimas de sacerdotes pederastas.
Por primera vez el Papa recibió a presuntos violados por religiosos, en este viaje a la isla en donde San Pablo naufragó hace 2000 años y, en tres meses de predicación fundó una floreciente comunidad cristiana en la población de Rabat.
La prensa internacional y la nacional replicaba y valoraba una supuesta exclusiva de la agencia AP que intentaba implicar al Santo Padre con una especie de mala práctica en el encubrimiento de un sacerdote pederasta de California, Stephen Kiesle. Incluso para apoyar la noticia reproducían una carta de Ratzinger, entonces Prefecto de la Cingregación para la Doctrina de la Fe, al obispo de Oakland en 1985, que daba a entender que el futuro Benedicto XVI había 'sugerido' al menos, un retraso en el proceso de reducción al estado laical del clérigo acusado.
No hay que ser demasiado suspicaz para darse cuenta que actualmente existe una desatada campaña de desprestigio contra la Iglesia Católica, fruto de los muchos, dolorosos e imperdonables casos de pedofilia de los que se ha sabido.
En efecto, aun cuando estos terribles hechos no tengan justificación, e incluso en algunas situaciones resulten más graves que el común de los casos, hay que ser mínimamente objetivo para intentar ver las cosas en su justa medida, para lo cual –creo– resulta muy iluminador tener en cuenta algunos datos.
La radiografía de los ataques brutales a la Iglesia, por los casos de pedofilia de algunos religiosos, sobre todo en Alemania (infames, sí, pero inflados de una manera exorbitante por los medios de comunicación), da como resultado, en la opinión de gran cantidad de católicos, el esqueleto de un enfermo terminal.
Benedicto XVI probablemente recordará la semana pasada como una de las más amargas de su pontificado. El intento, por parte de los de siempre, de implicarle en la protección a un sacerdote pederasta ha hecho sufrir, con toda seguridad, al Santo Padre, que ha visto su honor ultrajado.
Durante la Semana Santa, en la ceremonia litúrgica del Jueves Santo por la tarde, se recuerda la institución del sacerdocio por Jesucristo. La Iglesia revive el momento en el cual Jesús celebró su Última Cena y anticipó su Pasión, instituyendo de esta forma el sacerdocio y la eucaristía. A dos milenios de distancia podría parecer que esa institución peligra, amenazada por quedar anegada en el desprestigio moral.