La prensa internacional y la nacional replicaba y valoraba una supuesta exclusiva de la agencia AP que intentaba implicar al Santo Padre con una especie de mala práctica en el encubrimiento de un sacerdote pederasta de California, Stephen Kiesle. Incluso para apoyar la noticia reproducían una carta de Ratzinger, entonces Prefecto de la Cingregación para la Doctrina de la Fe, al obispo de Oakland en 1985, que daba a entender que el futuro Benedicto XVI había 'sugerido' al menos, un retraso en el proceso de reducción al estado laical del clérigo acusado.
Como decía hace poco, el objetivo es el Papa y la Iglesia, lo que menos les importa son las víctimas y los abusadores.
Y respecto a este «nuevo» caso, pues poco más, que no existe tal caso. Os dejo con la traducción de casi todo el artículo de Phil Lawler, reputado periodista —editor de Crisis magazine, The Pilot, Catholic World Report…., y ahora de CatholicCulture—. Es de uno de esos artículos que está recorriendo la red de habla inglesa y que obligará a presentar disculpas, o excusas, a la propia AP o al New York Times: Los periodistas abandonan los estándares [de calidad] para atacar al Papa. Es largo, así que, para perezosos o apresurados, resumo la tesis al final; y una pequeña coda sobre el nauseabundo tratamiento que le ha dado a la noticia José Manuel Vidal, responsable de la cosa socio-religiosa en El Mundo y «director» de Religión Digital, la sección de religión de Periodista Digital:
“Nos encontramos de nuevo en la pista y a toda marcha, con otra historia totalmente falsa que pretende implicar al Papa Benedicto XVI en la protección de sacerdotes abusadores.
La «exclusiva» de ayer de AP que ha circulado a lo largo de hoy por decenas de medios de comunicación importantes, nunca habría visto la luz si se hubiesen aplicado los estándares periodísticos habituales. Los editores deberían haber sondeado, y a la vista de las respuestas habrían concluido que era una «historia sin piernas».
Primero, la versión básica de la historia: en noviembre de 1985, el entonces cardenal Ratzinger, firmó una carta que posponía la decisión sobre la 'laicización' del Padre Stephen Kiesle, sacerdote de California que había sido acusado de abusar sexualmente de niños.
Después, las preguntas clave:
¿Era el Cardenal Ratzinger responsable de las denuncias de pedofilia en el clero? No. La Congregación para la Doctrina de la Fe, que encabezaba el futuro Pontífice, no tuvo jurisdicción sobre los sacerdotes pedófilos hasta 2001. El Cardenal estaba evaluando una solicitud de secularización de Kiesle.
¿Estaba John Cummins, Obispo de Oakland, tratando sobre la reducción al estado laical de Kiesle como castigo por su mala conducta? No. El mismo Kiesle estaba pidiendo «colgar la sotana» El Obispo apoyaba la solicitud del mismo sacerdote descarriado.
¿Se denegó la solicitud de secularización? No. Pasado un poco de tiempo, en 1987, el Vaticano aprobó la salida de Kiesle del sacerdocio.
¿Abusó Kiesle desde que presentó su solicitud hasta que fue expulsado? Con los datos conocidos, no. Las denuncias contra él surgieron en el 2002, 15 años después de su secularización.
¿Hubo algún tipo de renuencia del cardenal Ratzinger a la hora de tomar una decisión rápida que propiciara que Kiesle permaneciese en el ministerio activo? No. El Obispo Cummins tenía la autoridad para suspender al sacerdote abusador, y de hecho lo había colocado en situación de suspensión mucho antes de que solicitase el mismo su secularización.
¿Una proceso de secularización más rápido hubiese protegido a los niños en California? No. El Cardenal Ratzinger no tenía potestad para arrestar y poner entre rejas a Kiesle. Si Kiesle se hubiera secularizado en 1985 en lugar de en 1987, no habrían cambiado las cosas, tal como se recoge en la sentencia del Tribunal de California, no estaba involucrado en ningún ministerio parroquial y no tenía acceso especial a los niños, y en esos dos años no cometió ningún delito.
¿Ocultó el Vaticano pruebas del comportamiento depravado de Kiesle? No. El tribunal civil de California destruyó las pruebas después de que el sacerdote satisfizo su condena en libertad condicional, así que estas nunca llegaron a Roma.
Así que recapitulemos. Este no es el caso de un obispo que quería castigar a un sacerdote y un funcionario del Vaticano se lo impidió. No se trata un caso de un sacerdote que se mantiene activo en su ministerio y el Vaticano no hace nada para proteger a los niños bajo su cuidado pastoral. Tampoco es un caso en el que el Vaticano encubriese la mala conducta de un sacerdote.
Este es el caso de un sacerdote que pide ser secularizado, ser dispensado de sus votos (compromisos), y el Vaticano, que había sido inundado por solicitudes de este tipo en la década de los 70, quería mirar con más cuidado. En resumen, que si alguien busca una evidencia acerca de la crisis de abusos sexuales en la Iglesia Católica, este caso es irrelevante. […]
El artículo continúa un par de párrafos más, centrándose en los medios de USA. Creo que todo está muy claro. La carta, y el caso, no versa sobre la reducción al estado laical de un clérigo acusado, es sobre la petición del propio acusado de dejar de ser cura. Sobre lo primero, aunque hubiese querido, Ratzinger no podía invadir competencias. Sobre lo segundo, era el proceso de un sacerdote que quería dejar de serlo, y después del desmadre de los 70 se habían introducido nuevas normas para el discernimiento y que dejase la cosa de ser un coladero.
En la prensa española se omite que dos años después de la secularización, Kiesle se casa, y ya casado continúa abusando hasta que en 2002 es arrestado (lo cuento para que conozcáis el final de la historia y un dato para todos los anticelibato).
Y es aquí donde me pregunto qué le pasa a José Manuel Vidal. Él es sacerdote secularizado, como Kiesle, así que conoce el proceso. Sin valorar moralmente su decisión puedo llegar a entender los traumas y obsesión con el tema del celibato. Incluso entiendo la amargura que manifiesta de que por haberlo hecho procesalmente bien, es muy complicado que pueda volver a ejercer su ministerio —sacerdote lo será siempre—, mientras otros que lo hicieron mal han vuelto con pocas trabas (a su entender). Pero lo que se me escapa, es que por qué si él si sabe de qué iba la carta de Ratzinger al obispo californiano de 1985, entonces es tan baboso como para escribir en su último artículo, El Papa no puede aguantar más:
El Papa está en jaque. Para evitar el jaque-mate del papado y, por ende, de la institución, tiene que poner fin al goteo de casos, con implicación suya directa o indirecta. La carta de hoy es demoledora. Seguro que Su Santidad ya no piensa lo mismo. Y lo está demostrando con hechos desde hace tiempo. Pero tiene que demostrarlo. Sólo le queda dar un último paso: reconocer que todo el sistema estaba podrido y que él (como todos los demás cardenales y obispos) fue una pieza fundamental en ese engranaje.
Sigo intentando entender, como otros muchos, este proceso, por qué ahora o por qué así, aunque sé que nada se le escapa a Dios de su mano y que las puertas del Infierno no prevalecerán. Seguiré con mis reflexiones.