No hay que ser demasiado suspicaz para darse cuenta que actualmente existe una desatada campaña de desprestigio contra la Iglesia Católica, fruto de los muchos, dolorosos e imperdonables casos de pedofilia de los que se ha sabido.
En efecto, aun cuando estos terribles hechos no tengan justificación, e incluso en algunas situaciones resulten más graves que el común de los casos, hay que ser mínimamente objetivo para intentar ver las cosas en su justa medida, para lo cual –creo– resulta muy iluminador tener en cuenta algunos datos.
El primero, es que muchos de los casos que ahora se ventilan corresponden a situaciones acaecidas hace 30, 40 o incluso 50 años atrás, por lo que no se trata, como muchos pretenden, de una “epidemia” dentro de la Iglesia. De hecho, que todos estos casos sean puestos ahora en la palestra, es una buena prueba de este auténtico complot contra la Iglesia.
El segundo, es que por desgracia, la pedofilia es una lacra muy extendida, como lo confirma el constante desmantelamiento de redes de pedofilia y de pornografía infantil en todo el mundo. Esto significa, aunque cueste creerlo, que la demanda por este tipo de sexualidad es tremendamente alta, lo que muestra que algo muy malo está pasando en nuestras sociedades.
En tercer lugar, y tomando en cuenta lo anterior, que los casos de pedofilia cometidos por sacerdotes y religiosos no llegan ni al 1% del total (lo cual, se insiste, no pretende justificarlos). Por tanto, un mínimo de objetividad exige que las cosas se contextualicen. Mas no, hoy toda la atención está centrada en la Iglesia, como si fuera la única culpable.
En cuarto lugar, muchos han alzado la voz, señalando que los casos de pedofilia serían una prueba contundente de lo pernicioso de la castidad, esto es, que precisamente debido a ella, sacerdotes y religiosos han perpetrado estos abusos, como una vía de escape a una sexualidad reprimida. Sin embargo, si esto fuera realmente cierto, podría llegarse a una conclusión asombrosa: que los sacerdotes y religiosos implicados habrían tenido, hasta cierto punto, una excusa o atenuante para cometer estos horrendos actos: precisamente, su castidad. Pero, de ser así (cosa que no lo es, por cierto), ¿cuál es la causa que explica el 99% de casos de pedofilia restante, en que claramente sus autores no practican la castidad?
Finalmente, y aunque se haya silenciado bastante, la gran mayoría de los casos de pedofilia (se habla de más del 80%) han sido cometidos contra niños y jóvenes, lo cual demuestra que muchos de sus autores son homosexuales. De ahí precisamente la decisión de la Iglesia de hace algún tiempo de prohibir su ordenación, justamente para impedir eventos tan dolorosos como estos.
En fin, son sólo algunas reflexiones, cuyo propósito es intentar que seamos más objetivos a este respecto.