Historias de Renzo 2. Cuando los cipreses hablan
Renzo Buricchi había nacido el 21 de enero de 1913 en Seano, cerca de Prato, en el norte de Italia.
Renzo Buricchi había nacido el 21 de enero de 1913 en Seano, cerca de Prato, en el norte de Italia.
Un año, y otro, y otro. Puntualmente, el granizo destrozaba las flores del cerezo en una llanura entre Bolonia y Vignola, en Italia.
El hecho, ocurrido en torno al año 1970, podría ser visto como una casualidad. Pero tres años seguidos de perder la cosecha era muy duro para los campesinos de la zona.
Renzo Buricchi, nuestro protagonista, consideró que había algo más profundo detrás de aquel fenómeno atmosférico, pues no creía en las casualidades ni siquiera para hechos tan sencillos.
Bartolomé Blanco Márquez tenía 21 años. Era un joven con deseos de trabajar. Ante sí veía el futuro abierto.
Además, estaba enamorado. Su novia, Maruja, era una de sus mayores alegrías.
A Bartolomé, como a tantos miles de cristianos en España y en el mundo entero, le llegó la hora de la prueba. En su Patria se había encendido un odio feroz contra Cristo y contra la Iglesia. Muchos hombres y mujeres eran asesinados simplemente por el “delito” de ser católicos.
Nos impresiona la muerte de Pedro. El Papa, cada Papa, en cuanto hombre, está marcado por ese destino tremendo, dramático, misterioso, con el que concluye la existencia humana en esta tierra. El Papa, grande o pequeño, aplaudido o criticado, muere.
El momento de la partida, la hora del “hasta el cielo”, llega un día, tal vez de modo repentino, o tras una larga enfermedad. Los fieles, con una tristeza profunda, sienten el hueco que deja el pastor supremo, el obispo de Roma, cuando vuela al encuentro del Maestro.
El 27 de abril de 1947 era beatificada, en la basílica de San Pedro, María Goretti. Entre los muchos peregrinos que asistieron a la ceremonia se encontraba una chica de 16 años, Pierina Morosini. Como tantos otros jóvenes, sentía una emoción especial: María Goretti había muerto por conservar su pureza, por ser fiel a Cristo. Quizá se preguntó: ¿y si me tocase a mí? Pierina no podía sospechar que un día ella iba a pasar por una prueba parecida...
Pocos, de entre los primeros lectores de “El Señor de los anillos”, notaron que Frodo había fracasado en su misión. Tolkien se sorprendió de esto, como lo reflejan algunas cartas a sus lectores.
La fuerza del anillo y la grandeza de la tarea a llevar a cabo eran superiores a las posibilidades de un sencillo hobbit. Al llegar la hora definitiva, cuando parecía que sólo quedaba el gesto supremo de arrojar el anillo, algo venció a Frodo.
Edimar Alves de Madeiro es un chico de la calle, un “menino da rua”. Había nacido en Taguatinga (Brasil) el 2 de septiembre de 1977. En 1989 se trasladó, con la familia, a Samambaia, una ciudad satélite de los alrededores de Brasilia.
Charles de Foucauld había nacido en Estrasburgo, Francia, el 15 de septiembre de 1858. A los 6 años había quedado huérfano de los dos padres. Su vida se desarrolló en medio de un ambiente no fácil, y pronto la fe quedó ofuscada entre sus sueños de juventud y su carácter inquieto y aventurero.
Se alistó en el ejército en 1876. Dejó luego la vida militar para participar en una expedición en Marruecos en 1882. Gracias a los buenos resultados de la expedición recibió una medalla de oro.
Corre el año 1863. Un joven de 22 años, Bartolo Longo, va a la ciudad de Nápoles para perfeccionar sus estudios de derecho. Con su mente despierta y su inteligencia profunda, aprende con rapidez y se mantiene abierto a todo tipo de lecturas y experiencias.
Encuentra a varios profesores que le orientan hacia ideas “liberales”. Lee a Renán, y la fe en Cristo se difumina. En el corazón de Bartolo crece un sentimiento de odio contra el Papa y contra la Iglesia.
Varias familias se reúnen una vez a la semana, los martes, para rezar por la curación de una niña que sufre una grave forma de leucemia. Rezan los niños y rezan los padres. A veces le toca a algún papá dirigir un misterio del Rosario, y tiene que acudir en su ayuda la hija pequeña para enseñarle cómo se reza el Ave María.