Renzo Buricchi había nacido el 21 de enero de 1913 en Seano, cerca de Prato, en el norte de Italia.
Su numerosa familia era sencilla, dedicada al trabajo de campo. Su padre había sido conocido por sus ideas socialistas y revolucionarias. En una ocasión fue arrestado y pasó dos años en la cárcel. Este hecho no creó en la familia sentimientos de odio o sed de venganza. Ya de adulto, Renzo dirá: “Ningún miembro de la familia Buricchi planeó vengarse ni se ha vengado. Quien ha sufrido mucho sabe lo que significa sufrir y no puede convertirse en causa de sufrimiento para otros”.
La educación de Renzo se reduce a lo mínimo: leer, escribir y poco más. Después del tercer año de primaria, en casa deciden que deje la escuela y que empiece a ayudar en los trabajos agrícolas.
Su madre se encarga de que el niño tenga una educación cristiana básica. Hace la primera comunión, recibe la confirmación. Pero donde más aprende es en el campo: las hormigas, la hierba, los gatos, las flores... y un ciprés.
En la propiedad de la familia Buricchi había unas cañas que impedían ver lo que había al otro lado de las mismas, en el terreno de otro campesino. Junto a las cañas crecía un hermoso ciprés.
De un modo extraño, casi misterioso, empezó a crecer una rama desde la parte baja del ciprés que se dirigía hacia donde estaban las cañas. El padre de Renzo no dudó en cortarla. Pero en la primavera siguiente volvió a crecer la rama hacia la misma dirección. Fue cortada nuevamente, una y otra vez. La rama volvía a crecer, testarudamente, insensible a los golpes que recibía por su actitud rebelde.
Para Renzo aquello era un misterio: ¿por qué aquella rama, en aquella dirección, con esa constancia? El misterio quedó en parte resuelto cuando el campesino de la propiedad limítrofe cortó las cañas: detrás de las mismas estaba escondida una “cipresa”...
Sabemos que todos los cipreses tienen flores masculinas y femeninas, pero en algunos lugares se piensa, como ocurría en la casa de los Buricchi, que existen cipreses macho y cipreses hembra. Para Renzo el descubrimiento de la “cipresa” fue como un rayo de luz: existe un amor que explica toda la creación, incluso el crecimiento anómala de una rama en señal de afecto hacia un árbol cercano.
De la mano de la anécdota del ciprés Renzo empezó a ver el mundo con ojos distintos. ¿De dónde procede la vida? ¿Qué hay detrás del universo? Su hambre de saber crecía y crecía. No sólo los animales y las plantas, sino también las mismas piedras mostraban un mensaje maravilloso de misterios, una historia de fuerzas cósmicas y de atracciones químicas.
Las estrellas también apasionaron el corazón de aquel niño campesino, que crecía en el cuerpo y que crecía, sobre todo, en el hambre por saber más y más sobre los secretos del mundo en el que vivimos. Empezó a descubrir que existía un Dios que está detrás de todo y que es, además, Padre.
Pero un choque con su padre lo va a alejar de su mundo magnífico y perfumado. Renzo quiere aplicar los descubrimientos de la agricultura de aquel tiempo en los campos de su familia, pero su padre no quiere saber nada de nada de lo nuevo.
Renzo piensa entonces que ha llegado la hora de iniciar a vivir por su cuenta. Con 18 años, sin dinero y sólo con el apoyo de su madre, deja su pueblo natal y se dirige a la ciudad de Prato.
Allí inicia a trabajar con un tío suyo que tiene un Bar Tabaquería. Un mundo pequeño, en comparación con la amplitud del campo paterno. Pero un mundo no menos apasionante. En el Bar entran y salen cientos de seres humanos, con sus prisas, con sus angustias, con sus alegrías, con sus penas.
Para Renzo, el estudio del campo empieza a dejar espacio a un nuevo estudio más difícil y complejo: el estudio del hombre. Pero nunca podrá olvidar lo que había aprendido desde el crecimiento anómalo, tenaz, casi testarudo, de una rama disarmónica de un ciprés enamorado...
NB: La historia de Renzo Buricchi (1913-1983) ha sido narrada por Marcello Pierucci en Un cipresso per maestro. Storia di Renzo Buricchi, Cantagalli, Siena 2005.