Padre Fernando Pascual L.C.
La píldora anticonceptiva tiene tras de sí una amplia base ideológica que explica tanto su difusión a partir de 1960 como las diversas transformaciones que ha sufrido desde entonces.
Son varios los filones que sostienen esa base ideológica. Vamos a considerar ahora uno, que surge del deseo de controlar el número de hijos para evitar situaciones económicas y demográficas consideradas por algunos como peligrosas.
La astrología y el deseo de adivinar el futuro siguen de moda hoy como hace muchos siglos. Hechiceros, brujos, adivinos y expertos en horóscopos quieren descubrir y revelar el futuro, lo que va a pasar.
Quizá nos pueda ayudar, para colocar en su sitio una moda que inquieta a muchos, recordar algunas críticas que “los antiguos” hicieron contra la presunción de saber qué va a ocurrir mañana, pasado mañana o en un mes, críticas que valen a pesar del paso de los años.
La legalización del “matrimonio homosexual”, a finales del mes de junio de 2005, en España y en Canadá (ya había sido aprobado anteriormente en los Países Bajos y Bélgica) es, en buena parte, el resultado de tres grandes movimientos ideológicos y culturales.
El primero arranca de la Revolución francesa, a partir de quienes han considerado que el Estado debería regular cada vez con mayor poder invasivo la realidad del matrimonio, hasta el punto de arrogarse el poder de definir cuál sea la esencia del matrimonio.
A finales del siglo XIX un famoso neurólogo afirmó que el pensamiento humano no es más que una secreción del cerebro. Desde entonces, se han sucedido numerosas discusiones sobre la relación entre la mente y el sistema nervioso (lo físico, lo químico, lo material).
El año 2009 ha visto el sucederse de agrias discusiones a favor o en contra del uso de la píldora abortiva RU486 en Italia. Vale la pena detenernos en algunos de los puntos discutidos, pues permiten entrever las complejas contradicciones que se producen en los países que han legalizado el aborto.
Una constitución “funciona”, como ley fundamental de un Estado, si garantiza, promueve y defiende los derechos fundamentales de todos los miembros de ese Estado y, en lo que sea necesario, también de quienes no son ciudadanos pero pertenecen a la misma familia humana y conviven en el mismo territorio.
Una constitución, en cambio, deja de tener valor, si permite la existencia de leyes y de actuaciones no penalizables con las que son violados derechos básicos de las personas.
La frase es tan repetida que merece un momento de reflexión: “¿existen hijos que no deberían haber nacido?” O, lo que es lo mismo, “hay existencias equivocadas”.