El año 2009 ha visto el sucederse de agrias discusiones a favor o en contra del uso de la píldora abortiva RU486 en Italia. Vale la pena detenernos en algunos de los puntos discutidos, pues permiten entrever las complejas contradicciones que se producen en los países que han legalizado el aborto.
Las discusiones han girado, fundamentalmente, en torno a dos puntos. El primero: permitir la venta y el uso de la RU486 para abortos químicos, ¿iría o no iría contra la ley que permite el aborto en Italia (conocida como ley 194/78, aprobada en 1978)? El segundo: el uso generalizado y libre de la RU486 ¿implica peligros para la mujer que exigirían un seguimiento médico, incluso quizá la hospitalización de la madre, durante el tiempo en el que la píldora actúa sobre el cuerpo de la madre?
Respecto del primer punto, hay que recordar un principio básico de la vida social: algo injusto no deja de serlo por estar aprobado por la ley. El aborto, en cuanto eliminación del hijo en el seno materno, es un acto sumamente injusto. No pierde su malicia en aquellos países, como Italia y tantos otros, que lo han legalizado.
Es cierto que la ley italiana 194/78 establece una serie de condiciones y de “garantías” para que el aborto no se convierta en un capricho y para que algunos embriones y fetos (sobre todo si han alcanzado cierto nivel de desarrollo) no sean eliminados indiscriminadamente. Pero las condiciones con las que se limita el aborto “legal” no convierten en bueno el delito realizado según la ley. El aborto nunca dejará de ser un acto sumamente injusto.
Por eso, discutir sobre si el uso de la RU486 respeta o no respeta la ley vigente en un país sobre el aborto tiene cierto sentido en una mentalidad positivista, que busca simplemente que sea respetada la ley en sus formulaciones concretas. Pero no tiene sentido en un contexto de justicia auténtica: la RU486, al eliminar la vida del embrión en las primeras semanas de embarazo, se convierte en un producto asesino, que no debería ser permitido nunca, ni habría que considerarlo una “medicina” cuando en realidad se trata de un veneno asesino.
Resulta hipócrita, por lo tanto, discutir sobre esa píldora en clave de la ley vigente, cuando el punto central es la maldad misma de la ley, y los miles y miles de abortos que tal ley permite cada año, pagados muchos de ellos con dinero del Estado. ¿No es hora de afrontar en serio la perversión de las leyes abortistas para suprimirlas, para promover una cultura de la vida y del apoyo a la maternidad?
El segundo punto se refiere a los peligros para la mujer. Tomar un “fármaco” sumamente invasivo, que altera y daña el buen funcionamiento del cuerpo femenino para provocar la expulsión del hijo no es algo trivial. Preocuparse, entonces, por la madre y su salud se convierte en algo no sólo conveniente, sino necesario, y nunca será excesiva cualquier medida tomada a favor de la vida y de la salud de la mujer que recurre a un producto tóxico.
Surge entonces la pregunta: ¿no es extraño buscar y promover garantías irrenunciables para la salud de la madre, mientras queda en el olvido el daño irreparable que se comete contra el hijo? ¿Es que ese hijo no tiene ningún valor? ¿No es un ser humano tan digno de protección y ayuda como su madre?
Resulta, así, una contradicción absurda discutir una y otra vez sobre los peligros maternos de la RU486 (peligros que nunca deben ser dejados en el olvido) mientras se mantiene un silencio cómplice hacia los daños casi siempre irremediables (en la inmensa mayoría de los casos, daños mortales) que se provocan en el hijo.
Italia ha vivido, durante el año 2009, un debate anómalo sobre un producto abortivo, precisamente porque desde hace años ese país europeo convive con el aborto legal, presentado como si fuese un derecho, incluso un “servicio” a la salud.
La mentalidad que se crea en las sociedades abortistas vicia profundamente el debate sobre la RU486, a la que se presenta como una “medicina”, cuando en realidad es un auténtico veneno. Incluso hay quienes la ven como si se fuera un “tratamiento”, cuando esa píldora no cura nada, sino que mata. Quizá mata, según una idea que se repite de vez en cuando, con menos crueldad que el aborto quirúrgico, pero no por ello con menos dramatismo: es también homicidio el que se comete sin que la víctima sufra nada.
No tiene sentido, en conclusión, luchar de modo aislado contra la RU486 mientras siguen en pie leyes tan injustas como las que permite en Italia (y en otros países) el aborto. La opción verdadera a favor de la justicia, de la vida del hijo y de la defensa de la dignidad de la madre, pasa por la supresión del aborto legal en todas sus formas, y por la promoción de ayudas concretas a la maternidad, sea durante los meses de embarazo, sea tras el parto en las situaciones que lo requieran.