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Evangelización e Iglesia católica

Evangelización e Iglesia católica

¿Qué relación existe entre evangelización e Iglesia católica? La pregunta nace de otra más profunda y actual: ¿tiene sentido invitar a las personas a ser parte de la Iglesia en un mundo pluralista donde caben todas las opciones religiosas y culturales?

Podemos avanzar hacia una respuesta a estos interrogantes con la ayuda de la reciente “Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización” (3 de diciembre de 2007), preparada por la Congregación para la Doctrina de la fe y aprobada por el Papa Benedicto XVI.

¿Espectadores o protagonistas?

Es fácil decir que el mundo está mal. Guerras, hambres, injusticias, aborto, eutanasia, divorcio, abusos y violencias, engaños, fraudes, egoísmo, drogas, borracheras, infecciones, desastres... El elenco se hace largo, a veces casi repetitivo. Podríamos, además, señalar con el dedo a algunos de los culpables de tantas desgracias. Otras veces, de modo injusto y arbitrario, caemos en juicios temerarios o en calumnias sobre inocentes a los que culpamos de ser causa de algunos de esos males: añadimos a los males del mundo el mal de nuestras falsas acusaciones.

“En espera del sacerdote” (7-11-2005)

“En espera del sacerdote”  (7-11-2005)

Durante el sínodo de los obispos dedicado al tema de la Eucaristía (octubre de 2005) se discutió en numerosas ocasiones sobre el problema de la falta de sacerdotes.

En muchos lugares del mundo no hay sacerdotes o los sacerdotes deben atender simultáneamente varias comunidades. Por este motivo, hay poblados en los que durante semanas, meses, o incluso años, no se celebra la Eucaristía. Es decir, no se vive plenamente el domingo, pues “sin Eucaristía no podemos vivir”.

En nuestras manos

Nos impresiona pensar que alguien depende de nosotros, que su vida está en nuestras manos. Un niño pequeño, un anciano en situación de invalidez, un enfermo mental, nos necesitan, nos piden que estemos a su lado para ofrecer cariño, ayuda, comprensión.

En medio de nosotros...

¿Quién es Jesús de Nazaret? La pregunta no ha perdido su actualidad. Tal vez hoy, en sociedades que se dicen cristianas, se puede aplicar lo que dijo san Juan Bautista: “en medio de vosotros hay uno al que no conocéis” (Jn 1,26).

Seguramente hemos oído hablar de Cristo. En casa o en la escuela, en la parroquia o en un grupo de amigos. Jesús pertenece a la historia de muchos pueblos. Aparece en muchas iglesias, o en las cruces puestas en lo alto de las montañas o en los cruces de caminos.

En el día de la Ascensión

Cristo asciende a los cielos, regresa con su Padre. ¿Quedamos solos, sin el Maestro? ¿Perdemos la esperanza, la paz, la vida? ¿Empezamos a vivir como huérfanos, sin norte, sin luz, sin alegría? Cristo parte. Pero sin dejarnos, porque nos prometió su Espíritu, porque sigue en su Iglesia, porque lo tocamos, lo comemos, lo abrazamos en la Eucaristía. Mantiene cada día su Palabra: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

El tejido de la vida

La marcha de la vida nos llena de acontecimientos. Hay momentos en los que todo parece ir mal. Un accidente, una muerte extraña de un familiar, el inicio de un juicio, problemas y discusiones por parte de la herencia, una calumnia lanzada al vuelo por quien antes parecía un amigo, tal vez un secuestro o un crimen. Se asoman, detrás de cualquier esquina, peligros y amenazas, enfermedades y accidentes. Nadie puede sentirse seguro: ni los jóvenes ni los ancianos, ni los “buenos” ni los “malos”, ni los ricos ni los pobres.

El sí a la vida quien sufre por amor

“Estoy tetrapléjica, apenas veo, no puedo hablar, me alimento y respiro de manera artificial y dependo de los demás absolutamente para todo. Mi materia está presa, pero mis pensamientos y sentimientos son libres. Nadie puede pensar o sentir por mí. En eso y sólo en eso soy libre. No faltan los que opinan que soy un vegetal y que mi vida no tiene valor ni sentido, pero un vegetal que piensa y siente puede ser capaz de escribir y hacer pensar y sentir a los demás.