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Amados por un Padre bueno

Amados por un Padre bueno

Dios es Dios. Porque es bueno, porque es todopoderoso, ha aceptado la aventura de que existan “otros”, que el mundo empiece a correr por los espacios, de que haya ángeles que pueden ser demonios, y hombres que puedan vivir de amor o vivir de odio.

Dios no es envidioso. No guarda para sí el tesoro de su existencia divina, de su perfección, de su amor. Dios entrega y da sin medida. Es Amor, es donación (cf. 1Jn 4, 1-8).

Allí está Dios

 

Hablar de Dios no es fácil. Algunos han usado el nombre de Dios para matar, para perseguir, para condenar a seres humanos, hermanos nuestros. Otros no comprenden cómo Dios pueda ser Dios cuando muere un niño en los brazos de su madre, cuando unos pocos explotan a los pobres, cuando hay quien construye cámaras de muerte o campos de exterminio...

¿Alejamos o acercamos a Cristo?

Sabemos que Cristo es el centro de los corazones, la plena realización del hombre, el Salvador del mundo, el Amigo que anhelamos desde lo más profundo de nuestro ser.

Sabemos, además, que millones de seres humanos buscan, de modo casi errático, otras aguas, otros “salvadores”, otras esperanzas. Pero no encuentran la verdad, no consiguen la paz, porque están lejos de Cristo.

Adviento: camino y pórtico

El Adviento es como un camino. Inicia en un momento del año, avanza por etapas progresivas, se dirige a una meta.

Llega la invitación a ponernos en marcha. ¿Quién invita? ¿Desde dónde iniciamos a caminar? ¿Hacia qué meta hemos de dirigir nuestros pasos?

La invitación llega desde muy lejos. La historia humana comenzó a partir de un acto de amor divino: “Hagamos al hombre”. El amor daba inicio a la vida.

Adultos con corazones jóvenes

Adultos con corazones jóvenes

El P. Mario volvía alegre cuando le tocaba reunirse con los jóvenes de la parroquia. En cambio, su rostro era mucho más austero los días en que daba conferencias para adultos.

El padre abad lo había notado, y quería hablar con aquel sacerdote joven y lleno de entusiasmo.

Una tarde de otoño encontró la ocasión. El P. Mario estaba en el jardín, con un libro entre sus manos y la mirada reflexiva.

-Buenas tardes, P. Mario. ¿Cómo te fue esta semana?

Adán y el juicio final

Juan tuvo un sueño profundo y muy vivo. Se encontraba en un valle inmenso. Desde todas las direcciones posibles, llegaban millones de personas: hombres y mujeres, adultos y niños, jóvenes y ancianos, trabajadores y desocupados, ricos y pobres, santos declarados, santos anónimos, pecadores convertidos y pecadores desalmados.

A las raíces de mi vida

Los antiguos creían que el hombre depositaba semillas en la mujer, y que ésta ofrecía su vientre como una tierra fecunda para la nueva vida. Si todo iba bien (buena semilla, buena tierra), nacían los hijos. Desde luego, también los antiguos sabían que los problemas eran muchos: a veces la mujer no era fértil (la tierra no estaba preparada), o el niño no nacía, o nacía con muchos defectos físicos.  

A la búsqueda de Dios

“Por todas partes te busco

 

sin encontrarte jamás,

y en todas partes te encuentro

sólo por irte a buscar”.

 

Estos versos de Antonio Machado reflejan un corazón que busca, que llama, que espera, que quiere y que encuentra.

 

Dios es un misterio que nos interpela, que nos espera, que nos invita a todas horas, en todos los momentos, en cada circunstancia.