¿Autorrealización o conversión?
¿Autorrealización o conversión?
Arrepentimiento
Solo, en un desierto, en silencio. Apenas se oye una brisa lejana, quizá un zumbido, quizá la nada. Dentro, en el corazón herido, nace un profundo deseo de dolor, de cambio, de esperanza.
Astros en el cielo
¿Hay pocos santos? ¿No serán, más bien, demasiados? ¿No están los calendarios llenos de cientos de nombres, muchos de los cuales nos resultan casi completamente desconocidos?
Aunque parezcan muchos, aunque algunos hayan hablado de “demasiadas” beatificaciones y canonizaciones durante el pontificado de Juan Pablo II, en realidad los santos del calendario son, simplemente, poquísimos.
Una brasa humeante: es el resto de un fuego antiguo, viejo. Quedan las cenizas, un poco de humo y algo de calor. El fuego podría revivir si viniese en su ayuda el viento, o una mano que removiese carbones y pusiera algunas pajas o un pedazo de papel.
La desesperación es uno de los peligros más grandes en la vida espiritual. Cuando uno llega a pensar que no tiene remedio, que no puede mejorar, que su vida consiste solamente en una serie de errores y de culpas sin fin, que es imposible rectificar, que ni siquiera Dios es capaz de perdonar los propios pecados, entonces hemos caído en el pecado de la desesperanza.
Los “demás” ejercen sobre cada uno una presión muy particular. Nos miran, piensan y dicen muchas cosas sobre lo que somos, queremos y hacemos. Tal vez algunas de sus afirmaciones sean verdaderas. Otras, más o menos aproximadas. Otras, completamente fuera de lugar y sin el menor respeto hacia la justicia y la verdad. Pero el hecho de que se diga de mí una cosa u otra, de que me piensen listo o tonto, ingenuo o hipócrita, trabajador o perezoso, influye no poco en lo que yo mismo pueda llegar a creer sobre mi propia personalidad.
La vida es un tesoro frágil. Se han elaborado durante siglos muchas teorías sobre su origen, pero ninguna nos llega a convencer del todo. No está claro cuándo y cómo se inició la primera forma viviente sobre la tierra. Todavía es un misterio descubrir por qué una pequeña célula tuvo que alimentarse y reproducirse para conservarse en el tiempo. Lo que sí tenemos claro es la belleza de un planeta en el que nos topamos con miles de vivientes a cada paso.
Quien se pone delante de la Iglesia católica necesita dar una respuesta a la pregunta: ¿viene de Dios o viene de los hombres?
¿Viene de Dios? Si viene de Dios, si Jesús, Hijo del Padre, la ha fundado, merece ser tratada con el máximo respeto. La Iglesia sería entonces la expresión de un cariño inmenso de Dios, de un deseo de ofrecer a los hombres un camino de salvación, de felicidad, de paz.
El dolor es un fenómeno constante en nuestra vida. Un cambio de presión, un día caluroso o un viento helado, el cansancio después de un esfuerzo más intenso, el paso del tiempo sobre los molares, una indigestión...
Cientos de hechos tocan nuestro organismo, y muchos de ellos se “clavan” con esa experiencia continua del dolor. Sobre todo cuando se trata de “hechos espirituales”: a veces duele muchísimo más la traición de un amigo que la picadura de una abeja.