Alegría de vivir
Si vas a vivir, pues vive.
Que se vea a todas luces que te alegras de la vida; que agradeces al donante, con toda tu alma, el pasear por este mundo:
Vivir en sus casas, recorrer sus senderos, contemplar sus cielos con estrellas, admirar sus flores y escuchar los trinos de sus aves; ayudar a tus hermanos.
Gracias, Dios mío, por haber nacido y ser hijo tuyo.
El Siervo de Dios, Juan Pablo II, dejó un legado de dimensiones inimaginables para toda la humanidad sin excepción de raza, sexo o credo. Amó a todos, fue consciente de su misión como pastor, no sólo del “pueblo de Dios”, sino también de las “ovejas perdidas de la casa de Israel”.