Beato Artemide Zatti
Médico, 15 de marzo
Etimológicamente significa “relativo a la diosa Diana”. Viene de la lengua griega.
San Juan Bosco, cuando fundó la Familia Salesiana, pensó en una figura muy querida para él: el coadjutor salesiano consagrado a Dios, al igual que los miembros que son sacerdotes.
Fue una concepción nueva dentro de la Iglesia respecto a los legos que ya existían en otras Ordenes religiosas.
Su misión es eminentemente educativa y en puestos de trabajo pastoral, a los que les es más difícil que accedan los sacerdotes.
Artemide fue enfermero, farmacéutico. Cuando hubo necesidad y también porque lo sentía en su alma, se fue de misionero a la Argentina, aunque él nació en Boretto, Italia, en 1880. Su familia, como tantas otras italianas, emigró a esta gran nación sudamericana.
Frecuentando de chico la parroquia salesiana, se enamoró de la obra de D. Bosco. Pidió entrar en los Salesianos y hacerse uno más de ellos. La obediencia lo destinó a una casa en la que tenía que curar a tuberculosos. El cayó enfermo en Viedma, en la inmensa Patagonia argentina.
Tuvo como director espiritual a don Juan Cagliero, enviado directamente por el fundador como misionero. Después llegaría a ser cardenal de la Iglesia.
Tenía una gran devoción a María Auxiliadora. Fue ella quien le curó de su enfermedad.
Cuando murió el sacerdote Garrone, se cargo del hospital.
Esta fue la plataforma y la autopista que le enseñaron a navegar por el mundo de la santidad. Era el alma de todos los enfermos y de cuantas personas lo conocieron. Su jornada diaria consistía en la participación en la Misa, visitar a todos los enfermos del hospital y fuera del mismo. Después de la comida, tocaba jugar a las cartas con los enfermos convalecientes, horas de farmacia, estudio, lectura. Fue el promotor de un nuevo hospital.
Le entró la enfermedad del cáncer en el año 1950 y murió al año justo. Sus restos descansan en la capilla del colegio de Viedma.