Dispuestos a huir
“¡Me
voy a ir de la casa! Ya no aguanto a mis jefes porque no agarran la
onda... Me quieren seguir tratando como un niño, no me tienen
confianza, no me dejan en libertad. Es más, acompáñame, ¡vámonos
juntos!”, decía un adolescente a uno de sus amigos, lo decía de corazón
porque lo sentía, sin ponerse a pensar si su propuesta era realista,
sin analizar las consecuencias y, desde luego, sin un plan correcto.