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Los expertos dicen que en las situaciones de crisis hay que tener presente lo que ocurre y ha ocurrido en la realidad (los hechos), y la percepción que la gente tiene de los que ocurre o ha ocurrido (lo que publican los medios). La acción comunicativa se dirige a los dos niveles. Esto provoca que a veces se tomen iniciativas, se hagan declaraciones, gestos, etc. pensando solo en el nivel mediático. No hay que extrañarse de que, en ocasiones, esas medidas puedan aparecer a algunos un poco “falsas”, pensadas para la galería.
El espinoso tema de los abusos de menores por parte de sacerdotes es, además, particularmente insidioso, pues cuando uno intenta poner algo de contexto, tiene la molesta sensación de que se pueda interpretar como si se justificara en algo esa conducta criminal. Aún así, me parece que vale la pena ofrecer datos que ayuden a entender el problema en su dimensión real. La histeria mediática que estamos atravesando necesita, en efecto, de algunas dosis de contexto y perspectiva.
Decía hace unos días que estoy leyendo todo lo que publica el New York Times sobre el tema de los abusos (y de la caza al Papa, habría que añadir) durante estas semanas.
He dedicado unas buenas horas durante los días de Semana Santa y Pascua a leer con más detenimiento todo lo que ha escrito en el último mes The New York Times sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. El primer dato que llama la atención es la cantidad de textos que han dedicado al asunto: más de setenta en menos de treinta días, y algunos más bien largos; en dos ocasiones, que yo recuerde, en primer página.
Repasando las numerosas noticias y comentarios que se han publicado en torno a la carta del Papa a los católicos de Irlanda, sobre el tema de los abusos sexuales con menores cometidos por algunos sacerdotes en los últimos decenios, me parece que la acogida ha sido mayoritariamente positiva. El documento es muy relevante, pues ofrece la línea de actuación para toda la Iglesia, no solo para Irlanda. Naturalmente, tampoco han faltado quienes piensan que la carta “no es suficiente”.
Serán los efectos de los calores del verano, pero estaba pensando que el Vaticano debería cobrar un porcentaje a las personas y empresas que lo usan con motivos publicitarios. Sería algo así como lo que hace "Google" con los clicks de los anuncios en la red. Me venía esto a la cabeza al ver el enésimo ejemplo de artista que intenta agarrarse a las faldas del Papa para que alguien le haga caso.
El periódico turinés
La Stampa era antes un diario “autorevole”, como se dice en Italia. Desde
hace algún tiempo, con el actual director, el diario de la empresa de
automóviles "Fiat" ha optado por la línea efectista, sobre todo en lo que se
refiere a la información sobre la Santa Sede. El resultado es que escribe en
El mismo día en que
Benedicto XVI tuvo el accidente doméstico que le causó la fractura de la muñeca,
las agencias de noticias se hacían eco de un episodio singular. La policía de
tráfico detuvo por exceso de velocidad en la autopista Turín-Aosta, a un coche
en el que viajaban tres monjitas. Las religiosas justificaron sus 180 kilómetros
por hora afirmando que estaban preocupadas por el incidente del Papa, del que
Leo en varios lugares que está teniendo mucho eco en ámbito anglosajón un libro, publicado por dos periodistas de The Economist, en el que se afirma que el “revival” mundial de la fe religiosa está cambiando el mundo (menos Europa). El libro “God is back” (The Penguin Press, 405 pág.) está escrito a cuatro manos por el director del semanario británico, John Micklethwait, y el responsable de la delegación de Washington, Adrian Wooldridge. El primero es católico; el segundo se declara ateo.