He dedicado unas buenas horas durante los días de Semana Santa y Pascua a leer con más detenimiento todo lo que ha escrito en el último mes The New York Times sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. El primer dato que llama la atención es la cantidad de textos que han dedicado al asunto: más de setenta en menos de treinta días, y algunos más bien largos; en dos ocasiones, que yo recuerde, en primer página. El segundo dato que aparece con claridad es que el objetivo de las acusaciones es Benedicto XVI, con insinuaciones sobre su presunta responsabilidad presentes -machaconamente- en todos los textos. Esa es la gran diferencia de esta oleada de informaciones con respecto a las anteriores.
El propósito inmediato de esta lectura detenida -un poco deprimente, la verdad- es la preparación de un “paper” para un congreso sobre comunicación de la Iglesia que se celebrará en Roma dentro de veinte días. Y es que me parece obvio que este bombardeo del New York Times ha jugado un papel esencial en la creación del “frame” que domina ahora mismo en la prensa internacional (con algunas excepciones) sobre este tema: que el Papa actual ha encubierto a culpables, tanto en su etapa como arzobispo de Munich como cuando fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Ese marco interpretativo ha sido construido, en buena parte, con medias verdades. No voy a detenerme ahora, pero de la lectura atenta resulta todavía más evidente que el caso más clamoroso presentado por The NYT para comprometer al entonces cardenal Ratzinger, el del sacerdote Murphy, de Milwaukee, se está demostrado cada vez más un “boomerang” para el diario, con errores muy gordos, incluso de traducción de los documentos. Pero ya se sabe que la rectificación, las puntualizaciones y demás detalles no llegan con tanta facilidad al gran público, que suele quedarse con la idea inicial.
Me parece, sin embargo, que es aquí donde se está manifestando de nuevo la fuerza de la Red, con innumerables blogs dedicados al tema, capaz de hacer llegar la verdad completa a un público de gente interesada en conocer cómo están verdaderamente las cosas. El desafío es saber si también aquí David vencerá a Goliat, si se conseguirá dar la vuelta a la visión profundamente injusta sobre el papel del Papa que hoy prevalece en los medios tradicionales.