Padre Alejandro Cortés González-Báez
Saint-Exupéry, el famoso autor de El Principito, decía que “un hombre vale según el número y la calidad de sus vínculos”, esta idea me resulta perfectamente válida, aunque quizás convenga matizarla. Digo esto porque hoy en día tenemos otros sistemas para valorar la “importancia de las personas” y éstos tienen que ver con lo económico, lo académico, lo político, con la fama, y los viajes que se han realizado.
En una ocasión alguien me preguntó que por qué andaba yo disfrazado de sacerdote, pues desde que me ordené acostumbro vestir así. He de aclarar que yo no me disfrazo de sacerdote, sino que visto de acuerdo a lo que soy. Mi ropa clerical es mi uniforme, el cual me ha permitido ejercer mi ministerio dentro y fuera de los espacios sagrados dedicados a la celebración cultual.
Cuentan de una chaparrita que tenía muy mal humor a la cual sus hermanos la apodaban: “su alteza serenísima”. A otro, que también era famoso por su mal carácter, lo conocían como “la lámpara de Aladino” pues nada más tocarlo... le salía el genio.
¿No le resulta familiar el consejo de leer bien las cláusulas de un contrato o de cualquier documento antes de firmarlo? Pues bien, a pesar de que dicha advertencia resulta lógica, todos los días encontramos a mucha gente que se arrepiente de haber cometido ese error, y en buena parte se debe a que carecen de “la mentalidad jurídica”. Es decir, cuando se lee una cláusula, se debe leerla completa, entendiendo que las limitantes que aparecen en ellas pueden ser tan importantes como los beneficios que concede.
En una circular del 17 de agosto del 2005, firmada por Mons. José Guadalupe Martín Rábago y Mons. Carlos Aguiar Retes, quienes a la sazón fueran Presidente y Secretario de la Conferencia Episcopal Mexicana, y dirigida a las cabezas de las iglesias particulares, ministros sagrados y pueblo de Dios en general, se toca un tema tan importante como delicado: Las bendiciones que, en ocasiones, solicitan a los clérigos algunos divorciados que han contraído nuevas nupcias ante las leyes civiles o, incluso, viven en unión libre con otra pareja.
Por correo electrónico me enviaron el siguiente relato: Había un niño pequeño de nombre Pedro, al que no se sabe por qué, todos llamaban Pedrito. Él estaba pasando unos días de visita en la granja de sus abuelos. Pedrito tenía una resortera con la que jugaba todos los días. Solía ir al bosque de cacería, pero nunca pudo matar ningún animal.
Recuerdo que, allá por mis catorce años, además de sentirme incomprendido, tenía unas ansias enormes de gritarle al mundo que yo era yo, y por lo tanto, diferente a los demás; que tenía mis propios gustos, y podía andar por la calle sin que me pasara nada. A esa edad refería andar solo o salir con mis amigos, y aprender de ellos lo bueno, y también lo malo.
En una vieja y divertida película protagonizada por Fernandel y Totó y que lleva por título “La ley es la ley”, en un día de fiesta patria, el presidente municipal francés toma la palabra para decir: “Queridos miembros del gabinete: Brindemos por la prosperidad de nuestra comunidad, que hoy, como ayer y en toda circunstancia, se siente digna de su glorioso pasado. Salud”. No sé por qué pero, palabras más palabras menos, descubrimos esa capacidad de festejar o dolernos por realidades que bien a bien no le quedan claras a nadie.
Como cada año, en esta temporada navideña, hemos estado recibiendo los famosos catálogos de las grandes tiendas, gracias a los cuales podemos descubrir las 27 cosas que necesitábamos. ¡Qué curioso!
Dado que para vivir es indispensable el dinero, deberemos aprender a usar este recurso bajo esquemas inteligentes, pues como sucede en otros campos de nuestra vida, tendemos a hacerle demasiado caso a lo que nos exigen los antojos, gustos y sentimientos por lo que se explica que luego no tengamos para comprar lo realmente necesario.
Con motivo de mi artículo de la semana pasada titulado: “Bonitas, inmaduras y borrachas” recibí dos respetuosas reclamaciones de sendas damas a las que me permití contestar tratando de aclarar mis puntos de vista. ¡Qué grato resulta intercambiar opiniones cuando se usa la razón y la educación, el respeto y la apertura de mente! Desde estas líneas les agradezco a las dos sus comentarios.