Como cada año, en esta temporada navideña, hemos estado recibiendo los famosos catálogos de las grandes tiendas, gracias a los cuales podemos descubrir las 27 cosas que necesitábamos. ¡Qué curioso!
Dado que para vivir es indispensable el dinero, deberemos aprender a usar este recurso bajo esquemas inteligentes, pues como sucede en otros campos de nuestra vida, tendemos a hacerle demasiado caso a lo que nos exigen los antojos, gustos y sentimientos por lo que se explica que luego no tengamos para comprar lo realmente necesario.
Una de las normas básicas en el uso de nuestros recursos es la siguiente: Cuando no hay, no hay… y ya. De nada sirve quejarse. Con lamentos y remordimientos no arreglamos nada. Reconocer esto no refleja necesariamente una actitud conformista, sino simplemente caminar por la vida con los pies en la Tierra ; lo cual no es poco. Pues vivir habitando los castillos que construimos en el aire puede costarnos, que al salir de ellos, nos precipitemos mortalmente contra el suelo.
De vez en cuando nos enteramos de detalles tan curiosos como el hecho de que algunas familias, de esas que viven en colonias elegantes y se mueven en automóviles caros, tienen en sus casas la zona de visitas muy bien presentada, pero en el segundo piso -al que no sube nadie que no viva en la casa- los colchones están en el suelo y la ropa colgada de clavos en las paredes. Todo esto va de la mano con tener las tarjetas de crédito al tope pues lo importante es aparentar.
Si no enseñamos a los menores el valor cabal de los bienes materiales, estos pueden terminar convertidos en males materiales, psicológicos y espirituales.
A los hijos hay que enseñarles a valorar como positivos los regaños, los hermanos, la inteligencia, la salud, los ojos, las manos y los pies, el aire que respiramos, los consejos, las órdenes, las plantas, las aves que vemos volar, las caricias, el orden de la naturaleza y las órdenes que les dan sus papás y muchas otras realidades de esas que no se compran en tiendas.
El ejemplo de algunos papás con sus constantes quejas ante las limitaciones económicas, al igual que las pláticas sobre temas monetarios, van formando una jerarquía de valores donde lo importante es tener. Por eso resulta muy formativo ejercitar ante los hijos virtudes como el desprendimiento y la generosidad. Siguen y seguirán siendo muy valiosos los cuentos infantiles llenos de contenido educativo, las conversaciones familiares durante las comidas; los juegos de mesa que permiten la sana convivencia entre padres y hermanos y mil recursos más de esos que la sabiduría popular ha usado durante siglos en los que no existían aparatos eléctricos ni electrónicos. Hoy nos faltan billetes y nos sobran egoístas.