Cuentan de una chaparrita que tenía muy mal humor a la cual sus hermanos la apodaban: “su alteza serenísima”. A otro, que también era famoso por su mal carácter, lo conocían como “la lámpara de Aladino” pues nada más tocarlo... le salía el genio.
Resulta curioso que a pesar de lo importante que es el dominio propio la mayoría de las personas se conforman con un conocimiento muy superficial de sí mismas, con todos los peligros que esto supone. De tal manera que se dan por satisfechos al reconocer que son enojones…, de mecha corta. Pero no quieren saber más del asunto, como si estas faltas de carácter fueran irremediables.
¿Falta de carácter”? Así es, pues a quien no le es posible controlar sus sentimientos lo que le falta es carácter o sea voluntad: dominio de sí mismos.
Fijémonos en otros ejemplos como el de aquellas personas a quienes les corre atole por las venas; tienen carácter de malvavisco; temperamento gelatinoso; espíritu de golosina; son bonachones, cobardes, flojos... en fin, el típico bueno para nada.
Otros en cambio se caracterizan por su carácter de bruja con agruras; de humor desabrido y destemplado; con reacciones encolerizadas e intolerantes; tendencia veloz hacia la crítica irónica y destructiva; bruscos, engreídos, perfeccionistas e intolerantes.
Todo lo anterior puede combinarse en diversas medidas con los ideales que cada quien pueda tener, y para no perder la costumbre, también de esto cito tres ejemplos: Los soñadores ingenuos que piensan cambiar el mundo con su música de protesta. Los cobardes que desearían que el mundo cambie sin hacer nada. Los mediocres a quienes no les interesa cambiar nada.
De los arriba citados, yo prefiero a los primeros, porque de vez en cuando consiguen lo que pretenden y, a diferencia de los otros, ya hacen algo para lograrlo. También debo señalar que, fuera de los casos referidos, estoy más a favor de aquellos que luchan por ser un poquito mejores cada día cumpliendo con algún trabajo en favor de los demás.
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Si deseamos ser mejores cada día, nos será de mucha utilidad conocer nuestro temperamento para trabajar en él, aprovechando todas las ventajas naturales que tenga, y luchando contra sus aspectos negativos e, incluso, podrá ser de gran utilidad para el conocimiento y educación de los hijos.
Extractado de uno de los muchos libros escritos por E. Salesman, se editó un pequeño y práctico folleto que trata sobre este tema y el cual me atrevo a recomendar ampliamente, su título es: “Cómo conocer y sacar provecho del propio temperamento” editado en Colombia, y que supongo será fácil conseguir en las librerías de temas religiosos. Además les puedo asegurar que lo leerán con agrado.