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El diablo es muy guapo

Aguda observación de una pintora, quien afirmaba que si tuviera que pintar al demonio, procuraría tener como modelo al hombre más guapo que pudiera encontrar. Por otra parte, resulta fácil constatar que nuestros niños y jóvenes le han perdido el miedo al diablo, pues no les asusta que aparezca en las películas, canciones, camisetas, videos-clips, etc. Esto me recuerda que el primer objetivo que pretende un degenerado, cuando se propone abusar de un inocente, es conseguir que éste no le tenga miedo.

Ya sé que a muchos les molesta que se hable del diablo y del infierno como un sistema enfermizo de intimidación, para procurar que nos portemos bien. Personalmente estoy de acuerdo con quienes piensan así, convencido de que el primer mandamiento del Decálogo para todo ser humano es: Amar a Dios sobre todas las cosas. El Amor con el que Dios desea que lo amamos (Caridad) nos lo regala, junto con la Fe y la Esperanza (Virtudes Teologales); además de la Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza (Virtudes Cardinales), y de los siete dones del Espíritu Santo, a saber: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, y Temor de Dios. Con lo cual queda bien claro que el Temor de Dios va a la cola. (Algo parecido a la defensa trasera de los coches, que siempre va a la cola, pero también sirve para algo).

Yo no puedo demostrar que el infierno existe, pues no lo he visto. ¿Que les demuestre yo la existencia de ese lugar? De acuerdo, pero ¿cómo quieren que lo haga, con análisis químicos en un laboratorio, o colocando un poco del fuego eterno en el porta-objetos de un microscopio; o resolviendo el problema de su tamaño basado en la solución matemática de Geometría Analítica? Tampoco se puede medir el amor en metros, o en litros... y vaya que si existe.

Hace años le oí decir a un santo varón que: “Hay quienes, de forma individual -y a veces formando naciones enteras- se han propuesto olvidarse de Dios... y Dios, como castigo, se los ha concedido”. Si los sacerdotes no habláramos de estos temas, seríamos parecidos a una Secretaría de Salubridad, que por miedo a asustar, no nos previniera ante el peligro de contagio de algunas epidemias, y por lo mismo, no estableciera hospitales, clínicas; ni favoreciera campañas de vacunación; sino que solamente nos hablara de lo bonito que es estar sanos. ¡Qué chulada de Secretaría de Salubridad! ¿No creen?

Si yo conozco la existencia del infierno es porque Jesucristo me lo ha enseñado, y eso me basta. Sí, la conozco a través de la Fe sobrenatural. También sé de la existencia de galaxias, de fosas marinas, de los virus, y de muchas otras realidades, por medio de una fe de menor categoría: la fe en los científicos, en los estudiosos, en mis maestros, en mis mayores, en mis amigos, cuando me dicen que no tengo que vivir en carne propia la historia de nuestros antepasados para aceptarla como verdadera. Sí, creo en Bernal Díaz del Castillo, creo en el Códice Colombiano que me habla de la cultura mixteca en su época prehispánica, y también lo que me dice Flavio Josefo... tengo fe en ellos ¿y qué?

Por otra parte, no puedo aceptar que un hombre que para divertirse le vuele la cabeza a una mujer con un rifle de alto poder, animado por odios raciales, y sin arrepentirse por ese, y otros crímenes, vaya a encontrarse con sus víctimas gozando todos juntos de la felicidad al lado de Dios. También, moralmente hablando, me resulta lógica la existencia del infierno.

Considero muy importante no confundir al diablo con un pingo travieso propio de un cuento de fantasía. Algo parecido le sucedió al ejército francés -antes que a los norteamericanos- cuando subestimaron a los soldados de Vietnam del Norte, en aquella tremenda masacre de Dien-Bien-Fú. En estos temas, conviene recordar lo que dijo el General Mc. Arthur, en base a sus estudios de estrategia militar: “La historia de las derrotas en todo el mundo se puede resumir en dos palabras: To late” (Demasiado tarde).