-Pues a mí me gusta leer la Biblia.
-¿Por qué?
-No sé. Me gusta.
-Pero ¿por qué no lees mejor otras cosas?
-Pues es como leer una novela. A algunos les gusta leer novelas por lo que cuentan, por las descripciones…, en fin. A mí me gustan las historias que narra la Biblia.
Así, más o menos, fue el relato de una jovencita cuando me comentaba que, a sus compañeros de la universidad les parece tan raro ese gusto, que intentan disuadirla. Para ser sincero, no deja de llamarme la atención ese curioso fenómeno de tratar de eliminar la fe en los demás. Seguramente cuando algunos jóvenes se oponen a las prácticas religiosas de sus amigos no lo hacen con mala intención. Tal vez se deba a que en algún rincón del subconsciente se les quedaron aquellas palabras de Marx: “La religión es el opio de los pueblos”.
Sin embargo me inclino a pensar que la respuesta más acertada a este fenómeno nos la acaba de dar Benedicto XVI cuando en una entrevista previa a la Jornada Mundial de la Juventud afirmaba: “Quisiera mostrarles a los jóvenes lo maravilloso que es ser cristianos, ya que existe la idea difundida de que los cristianos deben observar un inmenso número de mandamientos, prohibiciones, principios, etc., y que por lo tanto el cristianismo es, según esta idea, algo que cansa y oprime y que se es más libre sin todos estos lastres”.
Ante estas palabras del Papa me viene a la cabeza que hoy, viviendo en un mundo donde dominan las imágenes y los sentimientos, faltan ideas y, por lo tanto, los ideales. ¡Óigame no! No nos insulte -me protestarán algunos- nunca antes el hombre había alcanzado un nivel tan alto en su quehacer intelectual. Es precisamente ahora, con tantos elementos asombrosos para trasmitir información, cuando la cultura se ha extendido a todos los rincones de la Tierra. Sí, es cierto, pero este tsunami informativo que se nos ha echado encima lo único que está consiguiendo es la desolación intelectual. Al hombre actual le sobran datos, pero la mayoría no les han enseñado a “formatear” sus cerebros y ese maremoto de conocimientos termina por confundirlos. Por eso, en definitiva, jóvenes y adultos tienen mucha información, pero pocas ideas y, con frecuencia, confusas.
Ahora bien la mayoría de la gente afirma que sí piensan cuando deciden por puros sentimientos, o cuando se manejan en base a postulados, pero ello no implica un proceso lógico que obtenga conclusiones a partir de premisas. Generalmente, además, esos postulados son producidos, empacados y entregados a domicilio por la mercadotecnia para ser colgados, tal cual, por los usuarios en las paredes de sus cerebros sin ser procesados y, sobre todo, examinados para comprobar su veracidad y congruencia.
Regresando a la entrevista del Papa continúo copiando: “Quisiera, en cambio, resaltar que ser sostenidos por un gran Amor y por una revelación no es una carga, sino que son alas, y que es hermoso ser cristiano. Esta experiencia nos da amplitud, pero sobre todo nos da comunidad, el saber que, como cristianos, no estamos jamás solos: en primer lugar encontramos a Dios, que está siempre con nosotros; y después nosotros, entre nosotros, formamos siempre una gran comunidad, una comunidad en camino, que tiene un proyecto de futuro: todo esto hace que vivamos una vida que vale la pena vivir. Así, ser cristiano produce un gozo real y sólido”.
Cuando un joven afirma que es mejor no leer la Biblia habría que preguntarle: ¿Mejor? ¿Quizás leer La Orden del Fénix sea “mejor” que leer la Biblia? ¿Hay algo mejor que interesarse en ese Ser del que venimos y al que estamos invitados a tratar como hijos para gozar de Él por toda la eternidad? ¿Cuáles son las opciones que nos ofrece nuestra existencia temporal, nuestro paso por esta vida? Dado que cada posibilidad abierta nos abre otras, y esas, otras más; leer la Biblia y tratar de conocer a Dios me abre puertas a varias oportunidades, y si no abro esas puertas no podré buscar el origen y el fin de mi existencia. ¿Será “eso” lo mejor para mí? El proyecto de Benedicto XVI me resulta optimista, por lo tanto, me convence más.