El caso del Padre Alberto
El haber visto, casualmente, al protagonista confesando su escándalo en un programa de TV y la lectura de un buen artículo tratando de dar algunas explicaciones del mismo, me han empujado a escribir.
El haber visto, casualmente, al protagonista confesando su escándalo en un programa de TV y la lectura de un buen artículo tratando de dar algunas explicaciones del mismo, me han empujado a escribir.
La fiesta de todos los santos nos recuerda la multitud de los que han conseguido de un modo definitivo la santidad, y viven eternamente con Dios en cielo, con un amor que sacia sin saciar. Es también la fiesta de todos os que estamos llamados a unirnos a los que forman la Iglesia triunfante: nos anima a desear esa felicidad eterna, que solo en Dios podemos encontrar.
No ay otro camino de salvación y santidad que la cruz, que la inmolación absoluta por la humildad, el olvido de sí mismo y el sacrificio.
Quiero invitarle a tener paciencia consigo misma y con sus fallos y limitaciones. Piense que la santidad no es trabajo de un día, sino de toda la vida, que toda la vida es lucha con sus victorias y fracasos. Nada más tenga la seguridad de que, si usted lucha y se esfuerza, se encontrará al final de su camino con Cristo que le abrirá los brazos, a pesar de sus miserias y caídas, porque Él es Padre y conocerá su esfuerzo.
Hace poco, una persona de esas a las que les gusta pensar, y que además lo hace muy bien, me sugirió varios nombres para titular un libro, que desde hace mucho tiempo ansío editar, recogiendo algunos de los artículos que he publicado a lo largo de casi diez años. Dicho sea de paso, éste es el número 500. Pues bien, entre los nombres que me propuso esta gentil persona, el que más me gustó es: “Palabras heredadas”.
El futuro de la vida consagrada.
Al terminar su vida terrena, Jesucristo prometió enviarnos al Espíritu consolador, que es quien ha de llevarnos a la verdad completa. El conocimiento y, en general, el conjunto de las relaciones con Cristo, es obra del Espíritu Santo, pues Él es el guía y el artífice de la santidad, el que ilumina el corazón del hombre, el que le fortalece en su debilidad, el que hace que su apostolado sea fecundo y sus frutos permanezcan. La Iglesia resalta la acción del Espíritu Santo invocándolo como padre de los pobres, dador de dones, luz de los corazones.
Todos estamos llamados a vivir la santidad, que no es otra cosa que dejarse conducir por el Espíritu, para de esa manera cumplir la voluntad de Dios viviendo de acuerdo al Evangelio. Para que el camino no solo se nos haga más sencillo sino para comprobar que esto es posible, Dios nos ha dado o dejado a lo largo de la historia modelos. El mejor y más perfecto es María Santísima, que encierra en sí misma el culmen de la perfección a la que un hombre puede llegar en esta tierra.
El futuro de la vida consagrada.
A. La Iglesia y la santidad.
B. Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión. (NMI, 43) (1ª parte)
C. Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión. (NMI, 43) (2ª parte)
D. Contribución de la vida consagrada a la santidad de la Iglesia.
A. La Iglesia y la santidad.
1. La llamada universal y específica a la santidad: importancia de centrar todo en Cristo.