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Padre Fernando Pascual L.C.

No somos lo que queremos ser

“Y una lucecita que apenas se ve

cuando estoy a solas va diciéndome

que no soy yo, que aun no soy yo”.

Reflexionamos sobre estos versos de una famosa canción. Hay algo en nuestros corazones que nos interroga continuamente, que nos pone ante lo que hacemos, lo que nos preocupa, lo que queremos, lo que soñamos, y nos dice que todavía hay que caminar, hay que conquistar nuevas metas, hay que ir hacia montañas lejanas.

Muerte y vida

Muerte. Una palabra que llena el alma de congojas, de miedos, de amargura. Una palabra que significa el paso al reino de lo incierto, el fin de los sueños y esperanzas, la ruptura con aquello que creímos era nuestro.

Muerte. Una certeza, quizá la única que tenemos: un día ella llamará a nuestra puerta, y, con o sin permiso, entrará. Odiada o amada, deseada o temida, entrará, como un ladrón, cuando no lo esperemos, cuando no lo queramos, cuando no lo pensemos.

Momentos de silencio

La vida nos ha llenado de ruidos innecesarios. Músicas y prisas, tensiones y urgencias, mensajes y noticias.

Vale la pena apagar aparatos que nos bombardean sin cesar, vale la pena encontrar lugares para que el corazón se abra a Dios, al hermano, a uno mismo.

Nuestras almas necesitan momentos de silencio. Para reflexionar, para pensar, para recordar, para proyectar, para oír la voz profunda de un Enamorado eterno.

¿Reuniones o confesiones?

El abad acababa de entrar a su oficina. Abrió la agenda con el programa del día.

9.00, reunión con el consejo del monasterio.

10.30, reunión de sacerdotes del sector.

12.30, reunión con los administradores de la zona.

15.00, reunión del obispo con los agentes de pastoral.

17.30, reunión para planeación de la catequesis.

Sonó el timbre de la sacristía. El abad estaba colocando varios papeles en su sitio, cuando se acercó el hermano portero.

Regalos

Llega el momento más esperado: abrir los regalos. Juan entra en la sala y observa cajas llenas de colores. Parece que cada una está gritando: ¡empieza conmigo!

Unas cajas esconden libros de animales. Otras, fábulas de ayer y de hoy. Otras, coches de carreras, caballos o héroes de plástico. Otras, chocolates, caramelos y otros mil caprichos para el goloso. Otras, tal vez algo más serio: un reloj de pulsera, un diccionario para la escuela...

Quizá no escuchamos a Dios

A cierta edad los niños nos preguntan todo. Por qué llueve, por qué los perros olfatean la comida antes de comerla, por qué papá a veces no puede mantenerse en pie en casa, por qué la abuelita camina con un bastón, por qué me piden que coma todo lo que me sirven si los mayores comen lo que quieren... A veces nos darían ganas de taparles la boca o de mandarlos a jugar fuera de casa...

“Querido Dios Padre”: una niña escribe a Dios

Antonietta Meo nació en Roma el 15 de diciembre de 1930. Muy pronto tuvo que sufrir lo indecible por culpa de un cáncer de huesos especialmente agresivo. No había cumplido 6 años cuando, el 25 de abril de 1936, le es amputada la pierna izquierda.  

Con una pierna ortopédica pudo seguir yendo a la escuela, y se preparó con la ilusión propia de todos los niños a la primera comunión. Recibió a Jesús Eucaristía en la Navidad de 1936.