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Padre Fernando Pascual L.C.

Cristo será tu alegría...

 

En algunos monasterios de carmelitas descalzas se cantan unos versos que tienen un origen anónimo. Alguno ha pensado que pueden venir de la misma santa Teresa de Jesús. El canto dice así:

“Cristo será tu alegría,

y Cristo te enseñará,

y sólo Cristo será

tu amor y tu compañía”.

Crónicas desde el cielo

Los ángeles acaban de reunirse para “pasar la tarde”. Van a hablar sobre lo que ocurre en la Tierra, quieren repasar las noticias de los últimos años terrícolas.

-Las noticias que llegan del mundo humano son descorazonadoras: guerras, hambres, abortos, infanticidios, abandono de ancianos, congelación y uso de embriones como si fuesen animales de laboratorio...

-¿No será que los hombres quieren cometer una especie de “suicidio colectivo”?

Cuando la víctima vence al verdugo

Cuando la víctima vence al verdugo

El verdugo desea el mal de la víctima. Ultrajar, golpear, herir, matar a un hombre inocente y desarmado es posible sólo desde un odio profundo, desde un anhelo perverso de daño.

Pero la víctima posee un alma, un corazón, una interioridad, que ningún verdugo podrá tocar. Sus certezas, sus convicciones, sus amores, son capaces de vencer el deseo de mal, de mirar la misma muerte con esperanza gozosa, de ofrecer un gesto de perdón al asesino.

Antídoto contra la desesperanza

Antídoto contra la desesperanza

 

La desesperación es uno de los peligros más grandes en la vida espiritual. Cuando uno llega a pensar que no tiene remedio, que no puede mejorar, que su vida consiste solamente en una serie de errores y de culpas sin fin, que es imposible rectificar, que ni siquiera Dios es capaz de perdonar los propios pecados, entonces hemos caído en el pecado de la desesperanza.

Ante los demás, ante la conciencia, ante Dios

Los “demás” ejercen sobre cada uno una presión muy particular. Nos miran, piensan y dicen muchas cosas sobre lo que somos, queremos y hacemos. Tal vez algunas de sus afirmaciones sean verdaderas. Otras, más o menos aproximadas. Otras, completamente fuera de lugar y sin el menor respeto hacia la justicia y la verdad. Pero el hecho de que se diga de mí una cosa u otra, de que me piensen listo o tonto, ingenuo o hipócrita, trabajador o perezoso, influye no poco en lo que yo mismo pueda llegar a creer sobre mi propia personalidad.