Pablo conocía a Cristo verdaderamente, con el corazón
Pablo conocía a Cristo verdaderamente, con el corazón
Benedicto XVI
Audiencia del miércoles, 8 de octubre 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Benedicto XVI
Audiencia del miércoles, 8 de octubre 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Benedicto XVI
Audiencia del miércoles, 24 de septiembre 2008
Queridos hermanos y hermanas:
¿Por qué,
Señor, nos empeñamos en salvar nuestra vida por la comodidad, el
regalo, la estima, la sensualidad y la satisfacción de nuestro orgullo,
cuando en perderla por ti y como Tú está nuestra mayor riqueza?¡¡
¡Haznos servidores tuyos de verdad, marcados con el signo indeleble de tu cruz
en nuestros corazones y en nuestras vidas. Haz que sepamos recoger los
frutos de vida eterna para nosotros y nuestros hermanos del árbol
fecundo de la cruz!
No
se engañe: si quiere de veras ser santo, ser feliz, no hay más que un
camino, que ya nos lo trazó con toda claridad Jesucristo: "niéguese a
sí mismo" (Mt. 16,24). Y qué bien nos lo enseñó con su vida. Por eso
pudo decir sin rodeos: "aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón" (Mt 11,29). Éste es, mi querido hijo, el verdadero camino y no
hay otro. Ni se ha inventado, ni se puede inventar. Por eso, entréguese
sin reservas a la humildad y a la abnegación de sí mismo. Yo le
Quiero invitarle a tener paciencia consigo misma y con sus fallos y limitaciones. Piense que la santidad no es trabajo de un día, sino de toda la vida, que toda la vida es lucha con sus victorias y fracasos. Nada más tenga la seguridad de que, si usted lucha y se esfuerza, se encontrará al final de su camino con Cristo que le abrirá los brazos, a pesar de sus miserias y caídas, porque Él es Padre y conocerá su esfuerzo.
Meditad,
especialmente en el Evangelio según san Juan, todas aquellas acciones y
palabras de Jesucristo que inculcan esta verdad: recordad la parábola
de la verdadera vid, con la que Jesucristo nos explica el sentido
auténtico de aquella frase que ha de ser el acicate del apóstol
sinceramente entregado: "Sin mí no podéis hacer nada". ¿Por qué, si
Jesucristo dice que sus obras no son de Él sino de su Padre, nos
empeñamos nosotros en creer que la obra por excelencia de nuestra vida:
Debemos
luchar contra la soberbia que nos asemeja a Satanás, que hace llover
sobre nosotros el desprecio de Dios, que nos hace sentirnos dueños de
cuanto bueno pone el Señor en nosotros, que crea en nosotros un gran
sentido de estimación y propio amor, que nos aparta del camino de la
obediencia y nos impide a todo trance nuestra transformación en
Jesucristo.
Nodejemos que por nuestra culpa el Movimiento se convierta en un grupo de
almas buenas, pero nada más buenas. Yo siempre odié desde el fondo de
mi corazón la vida tranquila, sin demasiadas exigencias; quería ofrecer
a Cristo un grupo de incondicionales, prestos en cualquier momento para
realizar lo que Él les pidiera, afianzados en la fe y en el amor, para
superar toda dificultad, sobre todo, la del status quo permanente, la
del contentamiento con parciales generosidades, cuando el corazón no se
ha entregado totalmente a Cristo.