No
se engañe: si quiere de veras ser santo, ser feliz, no hay más que un
camino, que ya nos lo trazó con toda claridad Jesucristo: "niéguese a
sí mismo" (Mt. 16,24). Y qué bien nos lo enseñó con su vida. Por eso
pudo decir sin rodeos: "aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón" (Mt 11,29). Éste es, mi querido hijo, el verdadero camino y no
hay otro. Ni se ha inventado, ni se puede inventar. Por eso, entréguese
sin reservas a la humildad y a la abnegación de sí mismo. Yo le
garantizo que por ese camino, usted con la ayuda de la gracia de Dios,
puede y debe ser santo; puede y debe ser feliz, porque en la humildad y
abnegación se encuentra a Dios, y en Dios está la santidad, la
felicidad, la fecundidad.